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España enfrenta primera muerte por fiebre hemorrágica tras picada de garrapata

Las autoridades sanitarias ibéricas están en estado de alerta tras dos casos de la Fiebre Hemorrágica Crimea Congo.

Las autoridades sanitarias españolas confirmaron hoy los dos primeros casos de Fiebre Hemorrágica de Crimea Congo detectados en Europa Occidental, con el resultado de la muerte del primer afectado y el ingreso hospitalario de la enfermera que lo atendió.

La de Crimea-Congo es un tipo de fiebre hemorrágica viral (FHV) causada por un virus que vive en algunos animales o insectos -denominados vectores- como los mosquitos, garrapatas y roedores, que son los responsables de la transmisión a los humanos.

El fallecido era un hombre de 62 años que murió el 25 de agosto en un hospital de Madrid, tras ingresar en un primer momento en otro centro médico donde fue atendido por una enfermera que se ha infectado.

La mujer, de la que no se han dado datos, está actualmente aislada en el Hospital La Paz-Carlos III, especializado en ese tipo de enfermedades contagiosas.

Los humanos se infectan cuando entran en contacto con los animales infectados por el virus, cuando les pica un mosquito o garrapata o por contacto con secreciones o excreciones de roedores infectados.

Con posterioridad puede producirse la transmisión entre personas, por contacto con fluidos infectados.

El virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC) causa brotes graves de fiebre hemorrágica viral y su tasa de mortalidad puede llegar al 40 por ciento.

No existe vacuna y se trata de una enfermedad endémica en África, los Balcanes, Oriente Medio y Asia, según datos de la Organización Mundial de Salud (OMS)

Tras la picadura de garrapata, la fase de incubación es de uno a tres días, con un máximo de nueve.

El periodo de incubación tras el contacto con sangre o tejidos infectados es algo mayor, de cinco o seis días, con un máximo documentado de trece.

Los síntomas comienzan de manera súbita, en forma de fiebre, dolor muscular, mareo, dolor y rigidez de cuello, lumbago, cefalea, irritación de los ojos y fotofobia.

Puede haber náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal y de garganta al principio, seguidos de bruscos cambios de humor y confusión.

Al cabo de dos a cuatro días, la agitación puede dar paso a somnolencia, depresión y debilidad, y puede aparecer dolor abdominal.

Otros signos clínicos posibles son taquicardia, adenopatías (inflamación de los ganglios linfáticos) y erupción por hemorragia cutánea en mucosas internas (boca, garganta y piel).

Normalmente hay signos de hepatitis, y los pacientes muy graves pueden sufrir un rápido deterioro renal, o insuficiencia hepática o pulmonar repentina después del quinto día de enfermedad.

En los casos que no se recuperan, la muerte sobreviene durante la segunda semana y, entre quienes la superan, la mejoría comienza al noveno o décimo día.

Los expertos del Instituto Carlos III de Madrid, especializado en ese tipo de enfermedades, han explicado que «no se puede sostener la idea inicial de que las fiebres hemorrágicas son enfermedades altamente contagiosas entre humanos».

Deben considerarse potencialmente contagiosas las secreciones y excreciones corporales, la sangre, el semen y las muestras de tejidos de los pacientes infectados.

Por ello, las personas con mayor riesgo de infección secundaria son las que están en un contacto más estrecho con las personas infectadas, aportándoles cuidados médicos o de enfermería, y los trabajadores de laboratorio que manejan su sangre, sus tejidos u otras muestras. 

 

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