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“Terminé durmiendo sobre una tumba”: la historia de los adolescentes que son forzados a vender drogas en Reino Unido

Pandillas en Londres utilizan a menores de edad para traficar drogas como cocaína y heroína en otras ciudades del país y en localidades rurales.

No son pocos: cerca de 4.000 adolescentes están en riesgo de ser explotados cada año para traficar drogas en zonas rurales de Reino Unido, de acuerdo a los datos entregados por la ONG Safer London (Londres Segura).

Caen a manos de pandillas criminales que utilizan a menores, algunos incluso de 12 años, para vender drogas usando una línea de teléfono celular especial, y de allí les viene el apodo con el que se las conoce: las «líneas del condado».

Uno de estos menores de edad habló con la BBC sobre la forma en que son reclutados por las bandas criminales, en lo que las autoridades consideran una forma de explotación que va en aumento.

Michael* tenía 13 años cuando un amigo del colegio se le acercó con la intención de convertirlo en un vendedor de drogas.

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Tentado con la idea de hacer algo de dinero, Michael comenzó a vender drogas, primero en su barrio, pero poco a poco las cosas fueron escalando a otro nivel.

La pandilla que le surtía de mercancía pronto comenzó a mandarlo a las afueras de Londres con la promesa de que él, un adolescente, podría ganar cerca de US$650 a la semana.

Fue enviado a la casa de un adicto que la pandilla se había tomado en el centro de Reino Unido, una práctica conocida como «cuckooing», que consiste en habitar la casa de una persona vulnerable y dependiente para vender la mercancía. (Y se le llama así por el cuco, un ave que pone sus huevos en nidos abandonados por otros pájaros.)

Un poco más

Usando esta casa como base, Michael se la pasaba en la calle vendiendo heroína, cocaína y crack día y noche.

«Yo estaba algo perturbado, vivía realmente asustado», dijo.

«Pero cuando recibía el dinero, ahí cambiaba de parecer y pensaba ‘ok, podría ganar un poco más'».

¿Y su familia, no notaba su ausencia? De acuerdo a su relato, Michael tenía una vida normal y una relación muy cercana con sus padres.

Pero preocupados por sus largas ausencias, trataban de detenerlo y le escondían el teléfono celular, pero una vez dejaba su hogar, la pandilla comenzaba a molestarlo de nuevo.

Los pandilleros lo llevaban a una casa donde servían desayuno a varios jóvenes antes de la escuela.

«Después nos llevaban al colegio y nos recogían cuando finalizaban las clases», dijo.

Aunque vivía en un grupo de drogadictos, Michael asegura que «nunca reconoció los riesgos» o vio qué tan fácil podría haber sido víctima de un ataque.

Recuerda que una noche, después de que lo dejaron varado a cientos de kilómetros de su casa, terminó durmiendo sobre un tumba dentro de un cementerio

«Un drogadicto podría haber hablado con otro dealer (vendedor de drogas) y haberle dicho ‘este tipo está durmiendo en una tumba y tiene drogas’. A partir de allí cualquier cosa me podría haber pasado. Fue una experiencia muy loca».

Tras ser arrestado por posesión de drogas, Michael decidió dejar de vender, pero no fue fácil abandonar a la pandilla.

«Ellos trataron de reclutarme de nuevo, pero logré mudarme fuera de su área y pienso que eso ayudó mucho», explicó.

«Comencé a adquirir conocimientos distintos para hacer otra cosa de mi vida y no ser simplemente un número más».

Promesas que se convierten en amenazas

La ONG Safer London ha tratado con muchos adolescentes como Michael, quienes son explotados por otros miembros más mayores de las bandas criminales con el fin de vender drogas.

La directora de Safer London, Claire Hubberstey, señala que un gran número de jóvenes están en peligro de quedar atrapados en estas llamadas «líneas del condado».

«Nosotros comenzamos a hacer un registro de un joven cuando vemos que hay algún tipo de amenaza que nos preocupa», dijo.

Basándose en un cálculo sobre la base del número de jóvenes que la ONG atiende, estiman que unos 4.000 menores de edad están expuestos cada año a caer en estas redes de tráfico.

Hubberstey lo compara con la manera en que los jóvenes son cooptados para el negocio sexual: al inicio promesas que luego se convierten en amenazas.

«Los jóvenes hablan a menudo de estar físicamente encerrados en espacios de los cuales no pueden escapar», dijo.

«Las amenazas que involucran violencia significa que ellos pueden quedar tan asustados que no pueden escapar. Incluso si tienen los medios para hacerlo», agregó.

Para Hubberstey, estos jóvenes deberían ser tratados como víctimas de tráfico humano y no como criminales.

«Estos son chicos explotados y son manipulados. Incluso si ellos no se dan cuentan, no significa que (el abuso) no esté ocurriendo», dijo.

Números preocupantes

Kevin Hyland, el Comisionado Anti Esclavitud -la oficina británica que se dedica a luchar contra el tráfico humano-, señaló que las llamadas «líneas del condado» apenas están comenzando a ser reconocidas.

«Nos estamos despertando, pero ¿estamos totalmente despiertos en relación con este asunto? Probablemente no, pero comenzamos a estarlo», dijo Hyland.

Y añadió que atacar este problema va a requerir cambiar la mentalidad de la policía y otras autoridades para que puedan reconocer a los traficantes más jóvenes como víctimas, y no como criminales.

Sarah Newton, ministra de Criminalidad, Salvaguarda y Vulnerabilidad de Reino Unido, señaló que -además de aumentar recursos para financiar una campaña antiesclavitud– el gobierno ha tomado medidas entre las que se incluye una ley que le permite a la policía dar de baja un teléfono que sea utilizado en el mercado de las drogas.

*El nombre de Michael ha sido cambiado para proteger su identidad.

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