El pequeño pueblo de Bossòst es uno de los pocos rincones de Cataluña donde cuesta encontrar una bandera de franjas rojas y amarillas con un triángulo azul y una estrella blanca.
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La estelada, el símbolo de los independentistas de Cataluña, se asomaba con timidez este lunes por una ventana. Colgada pero doblada, como para dejar constancia de su presencia pero sin llamar mucho la atención.
"Aquí hay tres independentistas declarados", asegura Miguel Palacios, de 75 años. "¡Y uno de ellos es de Huelva!", añade entre risas en alusión a la ciudad andaluza, ubicada en el extremo suroeste de España.
Bossòst se encuentra en el Valle de Arán, una zona de 633 kilómetros cuadrados enmarcada en los Pirineos catalanes.
Rodeado de verdes montañas, las casas de piedra con tejados puntiagudos hechos de pizarra, la arquitectura típica de las viviendas que se esparcen a lo largo de esta cordillera, las divide un pequeño río.
Con sus 1.120 habitantes, es el municipio catalán donde los partidos contrarios a la secesión consiguieron más votos en las últimas elecciones regionales. Acapararon casi el 70%.
Mientras en el resto de Cataluña los ciudadanos se enfrentaban a la policía para votar en un referéndum prohibido por la justicia española, en Bossòst, el alcalde, Amador Marqués, apenas recibió quejas de los vecinos cuando se negó a ceder un local para la votación.
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"No nos sentimos tan partícipes del proceso catalán porque, en primer lugar, somos araneses y nuestra prioridad es preservar nuestra singularidad e identidad", le dice Marqués a BBC Mundo.
"Y eso se traduce, en muchos casos, no queriendo romper con el resto de España".