En medio del barrio Kita Ku, a un costado de la Universidad Teikyo, está instalada la Tokyo Korean High School. Es una escuela a todas luces común y corriente, con la única y gran diferencia, de que esta es una escuela norcoreana en pleno corazón de Tokio.
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La entrada es por una especie de estacionamiento, donde no se puede ver más que pavimento y un edificio antiguo, gris, avejentado. Frío. Te reciben en una oficina plagada de sillones de cuero gastado y algunas mesas magulladas. Un par de cuadros en la pared disimulan la decadencia.
El director, Kim Seng Fa, 59 años, alto, delgado, amable, entrega tranquilamente las indicaciones antes de iniciar un pequeño tour para mostrar su colegio.
Tiene 71 años de historia y es una de las 63 escuelas norcoreanas que existen en Japón.