Euleen Hope era una tecnófoba: nunca se sintió muy cómoda con las nuevas tecnologías. Pero no esperaba que un novio abusivo —y con buenas habilidades técnicas— acabaría por aprovecharse de ello.
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El maltrato tecnológico duró diez años. Comenzó poco a poco, pero fue ganando intensidad. Durante ese tiempo, su pareja le creó una cuenta de correo electrónico y, más adelante, sus redes sociales, otorgándose el acceso directo a ellas.
También reemplazó su antiguo celular por un iPhone. Y después configuró de manera que pudiera reflejar su actividad en un iPad y así monitorear todas sus llamadas y mensajes.
Por supuesto, tenía activado el localizador del celular: así podía saber dónde estaba. Pero a ella simplemente le dijo que esa función le facilitaría la tarea de tomar el autobús.
"No pensaba que estaba haciendo nada malo, me mostraba lo que hacía", le contó Hope a la BBC. "No me di cuenta de que eso era parte de la trampa".
Cuando se percató de algunas cosas —como de que el iPad sonaba cada vez que ella tenía una llamada telefónica— se lo preguntó a su entonces pareja (ahora ya no están juntos). Él le contestó que estaba probando una nueva aplicación.