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La esposa de Lenin y otras 3 mujeres importantes de la Revolución Rusa

Cuando se habla de la Revolución Rusa, el protagonismo suele ser de los hombres. Sin embargo, hubo mujeres que tuvieron un papel muy relevante antes, durante y después de la toma de poder bolchevique. Te contamos quiénes eran.

Tuvieron unas vidas fascinantes, pasando por el exilio y la cárcel, participando en actividades clandestinas y luchando por derrocar a un zar que consideraban opresivo.

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Pelearon por el establecimiento del socialismo y, algunas, ocuparon puestos importantes en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Pero sus nombres quedaron relegados en los libros de Historia, opacados detrás de las grandes figuras masculinas. Muchos conocen los nombres de Lenin, Stalin o Trotksi, pero pocos han oído hablar de Nadezhda Krupskaia, Inessa Armand o Alexandra Kollontai.

Y, sin embargo, fue una movilización de mujeres rusas en las calles de Petrogrado (el actual San Petersburgo) pidiendo alimentos al régimen zarista la que encendió la chispa del levantamiento contra el gobierno de Nicolás II.

Y hay consenso en que ese día, el 23 de febrero de 1917, empezó la Revolución Rusa.

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Te contamos quiénes fueron algunas de las mujeres revolucionarias más importantes en el contexto de la revolución y la victoria bolchevique.

1. Nadezhda Krupskaia

Si hay alguna mujer que logró dejar grabado su nombre en el libro de la Revolución bolchevique, esa es Nadezhda Krupskaia.

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Krupskaia fue la esposa de Vladimir Lenin y aunque su papel en la Revolución está íntimamente ligado a su figura, sus logros trascendieron con creces el rol de compañera sentimental del primer líder de la URSS.

Lenin con su esposa, Nadezhda Krupskaia y su hermana, Maria Ulianova, tras un desfile militar en 1918.

Lenin y Krupskaia se conocieron a finales del siglo XIX, se cree que en 1894, cuando ella era ya activista de ideología marxista.

Por esa actividad fue condenada en 1898 a tres años en el exilio en Siberia, donde Lenin también cumplía condena por sus actividades contra la autocracia zarista. Se casaron ese mismo año.

Luego vivieron juntos en varias ciudades europeas, época durante la que ella ejerció como su secretaria personal.

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Como explica en su libro «Mujeres bolcheviques» (Bolchevik Women, 1997) Barbara Evans Clements, entre todas las mujeres en el exilio en los años pre revolucionarios, «ninguna fue más importante que ella».

«Era una mujer extraordinariamente diligente y competente, que podía escribir 300 cartas a la semana, la mayoría en código, y mantener un seguimiento de las direcciones y los alias de gente que estaba casi siempre escapando, además de mantener las cuentas financieras», explica Clements.

Tras la toma de poder por parte de los bolcheviques, Krupskaia llegó a ser miembro destacado del Comisariado Popular de Educación (Narkompros).

A partir de 1937 integró también el Presidium del Soviet Supremo de la URSS, la jefatura colectiva del Estado.

Krupskaia tuvo un importante papel como teórica e historiadora de la educación, y por su participación en la organización del sistema de educación socialista, relatan Mihail Skatkin y Georgij Cov’janov en la revista «Prospects» de la UNESCO.

Ferviente defensora de la necesidad de alfabetizar a la clase obrera, se encargó de crear la red de bibliotecas del nuevo Estado.

En la década de 1920 se concentró en apoyar a Lenin, cuya salud era precaria tras sufrir su primer derrame cerebral en 1922. «Adoptó para sí misma la tarea de cuidarlo además de mediar entre él y otros miembros del Politburó (el órgano de dirección del Partido Comunista de la URSS)», cuenta Clements.

Tras su muerte, en 1924, Krupskaia volvió a Narkompros. Tomó partido por Grigori Zinóviev cuando la alianza entre este y Stalin se rompió en 1925, pero logró posteriormente sobrevivir a las purgas estalinistas, a pesar de que su relación con el sanguinario líder de la URSS no era buena.

«A ella no le gustaba Stalin, y no en poca medida porque él la trataba despectivamente, rechazando honrarla como una revolucionaria que había estado en el centro de la vida del partido cuando él todavía era un seminarista en Georgia», dice Clements.

Krupskaia siguió trabajando en el área de la educación, publicando decenas de libros y artículos, y fue condecorada con la Orden de Lenin en 1933 (la mayor condecoración civil en la URSS).

Murió en 1939 y sus restos están enterrados en el muro del Kremlin, junto al mausoleo de Lenin.

2. Alexandra Kollontai

En 1917, Kollontai era considerada como la mejor oradora de sexo femenino del partido bolchevique.

De origen noble, rechazaba la idea extendida entonces entre las revolucionarias de que las mujeres no debían ocuparse de su apariencia física.

Kollontai fue la primera mujer embajadora del mundo.

«Su reputación como rebelde sexual, su belleza, el ardor de su forma de hablar, y el tono inflexible de sus discursos intrigaba a sus audiencias y la convirtieron en una celebridad, algo que ella disfrutaba inmensamente», escribe Clements.

Tras el triunfo bolchevique, Kollontai fue nombrada comisaria de Bienestar Social, lo que la convirtió en una de las primeras mujeres en ocupar puestos gubernamentales en la historia europea y en la primera mujer en el gobierno bolchevique.

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Como comisaria, publicó importantes decretos sobre financiación pública de la maternidad y el cuidado infantil y fue asesora en la elaboración de la nueva ley matrimonial.

Más que cualquier otra, «Kollontai exploró en su totalidad la opresión de las mujeres, hablando no solo de las causas económicas de su posición secundaria, sino también del doble estándar de la moralidad de la época, en particular en las relaciones sexuales», le dice a BBC Mundo Katy Turton, autora del libro «Forgotten Lives: The Role of Lenin’s Sisters in the Russian Revolution, 1864-1937» sobre la vida de las hermanas de Lenin.

Su papel fue crucial en la mejora de los derechos de las mujeres.

Solo seis semanas después de la Revolución de octubre, los bolcheviques reemplazaron el matrimonio religioso por un registro civil y se facilitó el divorcio para ambos cónyuges.

Estas medidas se incorporaron un año después al Código sobre el Matrimonio, la Familia y la Tutela, que estableció la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, afirma Megan Trudell en su artículo «Las mujeres de 1917», publicado en la revista socialista Jacobin.

«El concepto de hijos ilegítimos fue eliminado: si una mujer no sabía quién era el padre, todos sus anteriores parejas sexuales eran responsables colectivos del niño», explica Trudell.

En 1919, Kollontai fundó junto con otras revolucionarias feministas el Zhenotdel: el departamento de las mujeres trabajadoras y campesinas dentro del secretariado del comité central del Partido Comunista.

Y aunque los historiadores no están de acuerdo sobre el éxito que tuvo la iniciativa, lo que sí está claro es que jugó un importante papel en la organización de las mujeres de la URSS, explica la Enciclopedia de Oxford de las Mujeres en la Historia mundial.

En 1929, Kollontai fue apartada del Zhenotdel y se acercó a Oposición Obrera, una corriente bolchevique que criticaba la burocratización del partido y pedía reformas.

Como resultado de esa postura, fue alejada y nombrada para un puesto en el extranjero dentro de una delegación comercial rusa en Noruega.

Kollontai acabó desarrollando una larga y distinguida carrera diplomática. Murió en 1952 en Moscú.

3. Inessa Armand

En 1910, cuando Lenin y Krupskaia vivían en el exilio en París y el primero era el líder de los revolucionarios bolcheviques rusos en el extranjero, ambos conocieron a Inessa Armand, quien por entonces tenía 36 años y formaba parte de la comunidad rusa parisina.

Lenin, figura controvertida del partido Social Demócrata (que luego se dividiría en dos facciones, una de las cuales seria el Partido Bolchevique), pasaba por un momento difícil.

Las autoridades habían confiscado sus fondos y cerrado su periódico, el Proletarii.

Armand «hablaba cuatro lenguas fluidamente y tenía un talento para la organización. Lenin pronto se dio cuenta de su valor», explicó en un artículo en The Guardian Michael Pearson, autor de una biografía sobre Armand.

Ella se unió al grupo de Lenin y entre ambos surgió el amor, dice Pearson. Su historia fue a la vez «profunda» y «volátil».

Durante los siete años de exilio que compartieron, ella se convirtió en su lugarteniente, explica Pearson, autor del libro «Lenin’s mistress: the life of Inessa Armand» («La amante de Lenin: la vida de Inessa Armand»).

Para 1919, dos años después del triunfo de la Revolución y tras haber vuelto a Rusia junto a Lenin en un viaje en tren que cambiaría la Historia mundial, Armand se había convertido en la mujer más poderosa de Moscú.

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Fue presidenta del Consejo Económico de Moscú y miembro del Comité Ejecutivo Central de los Soviets.

También fue la primera directora del Zenthodel, nombrada en agosto de 1919. Y desde ese puesto luchó por aumentar la participación de las mujeres en la fuerza laboral y por la igualdad dentro del partido y en el trabajo.

Casi en solitario, editó la revista teórica del Zhenotdel (Communitska o Mujer comunista) y, como explica la enciclopedia de Oxford, organizó la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, en 1920.

En agosto de ese año, cada vez más agotada y con una salud más deteriorada, Armand accedió a pasar un tiempo de retiro en un sanatorio para bolcheviques.

A mediados de septiembre tuvo que ser evacuada ante el avance del Ejército Blanco y contrajo cólera, muriendo dos días después a los 46 años.

Lenin estuvo presente en su entierro y su patente desolación quedó grabada en la memoria de los presentes.

4. Elena Stasova

Nacida en San Petersburgo, Stasova era hija de un importante abogado y sobrina de una de las líderes del movimiento de mujeres en Rusia.

Al igual que Lenin y Krupskaia, Stasova fue condenada al exilio en Siberia, donde permaneció entre 1913 y 1916.

Como secretaria del Comité Central, en febrero de 1917 ayudó a planear y liderar la Revolución de octubre.

«Tras la revolución, se convirtió en una funcionaria cada vez más importante del Partido en el Comité Central y en el gobierno regional del Cáucaso», explica el Diccionario de Biografías de Mujeres The Palgrave Macmillan.

Políticos rusos en abril de 1920 y, entre ellos, Alexandra Kollontai.

Al igual que Kollontai y otras mujeres bolcheviques, Stastova no era partidaria del tratado de paz de Brest Litovsk firmado entre el nuevo gobierno bolchevique y el Imperio alemán, Bulgaria y el Imperio otomano en 1918, y que dio por terminada la participación rusa en la primera Guerra Mundial.

Y ya por entonces era muy crítica con el tipo de gente que se estaba uniendo al Partido bolchevique una vez triunfada la Revolución, así como con la pobreza generalizada que veía en Petrogrado (el actual San Petersburgo).

Como secretaria técnica del Comité Central tuvo que lidiar con las múltiples críticas que aseguraban que el organismo no era lo suficientemente eficiente. También surgieron voces que decían que ella era demasiado poderosa, explica Clements.

Todo esto concluyó con una reorganización que dejó a Stasova fuera del secretariado técnico e incluso del propio comité.

En 1920 se subió a un tren hacia el Cáucaso y, según Clements, «su larga carrera como bolchevique estaba acabada».

«Su destino ejemplificó el de las mujeres del partido durante la Guerra Civil (1917-1922)», asegura la experta.

En la misma idea abunda en conversación con BBC Mundo Alissa Klots, profesora del Departamento de Historia de la Universidad Europea de San Petersburgo y experta en estudios soviéticos y de género.

«Toda la cultura del partido se militarizó y masculinizó», afirma Klots.

«Así que después de la guerra, los puestos iban a personas con experiencia militar más que a una mujer que fuera una de las antiguas bolcheviques porque ellas no tenía experiencia militar», relata.

A pesar de su caída, Stasova no se alejó de la política y entre 1921 y 1926 actuó como representante del Comintern, la Internacional Comunista, en Alemania.

A su vuelta a Rusia ocupó varios puestos, incluido uno en una revista literaria.

En los años 30 logró librarse de las purgas estalinistas y, tras la muerte de Stalin, Stasova recuperó su enorme prestigio y se dedicó a recuperar la honra de sus antiguos colegas purgados.

Recibió cinco veces la orden de Lenin y sus restos reposan en la necrópolis de la Muralla del Kremlin, junto a los de Armand y Krupskaia.

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