De todo lo que se dice de Roger Stone, algunas cosas son seguras: es un viejo asesor del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene el rostro del exmandatario Richard Nixon tatuado en la espalda y pasó por varios escándalos, incluso de tipo sexual.
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También es cierto que Stone está salpicado por la tormenta que sacude a Washington en estos días sobre los intentos que los servicios de inteligencia estadounidenses detectaron de Rusia para interferir en las elecciones de 2016.
Aunque el triunfo de Trump en esos comicios sorprendió al mundo hace exactamente un año, Stone ya había imaginado al magnate inmobiliario como alguien presidenciable tres décadas antes.