Mientras, gracias a las redes sociales y a los medios de comunicación, nos enterábamos de las últimas noticias acerca de los afanes independentistas de Cataluña, no faltaron los bromistas o meros provocadores que sentenciaron: "Debemos hacer lo mismo. ¡La hora de Arequipa ha llegado!".
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Salvando las distancias, por supuesto, y más allá de las mofas —en Lima y en otras partes del Perú los chistes sobre arequipeños son una especialidad de la casa—, no faltará el oriundo de esta ciudad sureña que adquiera un tono circunspecto antes de aclarar que, ¡mucho cuidado! pues entre broma y broma, la verdad asoma.
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Arequipa, fundada por el español García Manuel de Carvajal el 15 de agosto de 1540, es la segunda ciudad del Perú y en el corazón de muchos arequipeños aflora desde la más tierna infancia un espíritu anticentralista, es decir, díscolo, rebelde, genuinamente confrontador que, por sobre todas las cosas, se resiste a ocupar un muchas veces incómodo segundo lugar.
"No en vano se nace al pie de un volcán", reza uno de los mantras más famosos que se repite cada vez que un arequipeño levanta la mirada para observar al majestuoso Misti, de cono casi perfecto, uno de los más hermosos de toda la cordillera de los Andes.