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“Me sentía como una cucaracha por ser homosexual”: las impactantes memorias de Luisgé Martín, el homófobo español que descubrió que era gay

El escritor Luisgé Martín estuvo durante muchos años convencido de que su homosexualidad era una terrible enfermedad. En “El amor del revés” recoge sus experiencias de la época en que ser gay en su país obligaba a la clandestinidad social, como sucede todavía en muchos lugares.

"Me sentía como una cucaracha por ser homosexual". Este es el dramático recuerdo que el escritor español Luisgé Martín guarda de su adolescencia en los años que siguieron a la dictadura franquista.

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Entonces los homosexuales, en España y muchos otros países, eran vistos como enfermos o pervertidos, por lo que muchos optaban por esconderse o intentar negar su sexualidad.

Sufrían en silencio por saberse rechazados y no aceptarse a sí mismos, la paradoja de ser, como este escritor, un gay homófobo.

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En su libro autobiográfico "El amor del revés" recoge una experiencia con la que pueden identificarse los muchos gays, lesbianas, bisexuales y transexuales (LGBT) que hoy día sufren violencia y discriminación en muchos lugares.

Según los datos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en los tres primeros meses del año, se produjeron 41 crímenes contra personas LGBT en la región.

En estos entornos hostiles se sienten, como Martín en su adolescencia, bichos raros detestables a los ojos del mundo. Y a los suyos propios.

Según él, lo peor era el dolor de creer que "nunca podrían amar, ni ser amados"

BBC Mundo conversó con el autor, pocos días antes de que participe en el Hay Festival de Arequipa, Perú.

En su libro recuerda de su adolescencia que veía su orientación sexual como" una enfermedad que no nace en los testículos, sino en el corazón". ¿Están las sociedades que no reconocen los derechos de las personas LGBT enfermas del corazón?

(Ríe levemente) Es una buena forma de verlo. Sin duda. Las sociedades tienen que protegerse a sí mismas y todos entendemos que hay conductas que pueden ser socialmente patógenas. Todos aceptamos que la pederastia tiene que estar penalizada. Pero con la homosexualidad, durante años de los que ahora empezamos a salir, se nos ha convencido de que era una cosa dañina, cuando era inofensiva. Eso es lo que hace que sea la sociedad sea la que realmente está enferma, la que supura el pus de la intolerancia y la que hace que haya gran parte de sus integrantes que vivan bajo mínimos.

¿Tiene cura esa enfermedad social de la intolerancia?

A estas alturas ya podemos tener claro que, sin ninguna duda, la gran receta es la visibilidad. Lo único que ha conseguido que los homosexuales saliéramos del pozo hasta estar hoy donde estamos es decir "yo soy homosexual" desde cualquier lugar que uno ocupe en la sociedad.

Ha sido la única forma de demostrar a nuestros padres, a nuestros compañeros de trabajo, de colegio, etc. que no éramos gente con rabo y con cuernos, que no olemos a azufre, que no éramos enfermos. En definitiva, que lo único que queríamos es que nos quisieran.

Lo que realmente ha conseguido romper las barreras es que desde todos los ámbitos de la sociedad, no solo desde el mundo del arte o de la música, haya jueces, arquitectos, ingenieros, gente de toda condición que diga públicamente que es igual que todos los demás, con la única diferencia de que se enamoran de personas de su mismo sexo. Yo quería que un libro como "El amor del revés" ayude a desmontar toda esa mitología terrible sobre los homosexuales,.

Cuenta en su libro como en la España de aquellos años estrellas como Miguel Bosé o Pedro Almodóvar se travestían, pero evitaban afirmar públicamente su orientación sexual. ¿Al joven atormentado que usted era entonces le hubiera ayudado que estos personajes populares dieran un paso adelante?

Sí, sin duda. Ha habido un juez en España, Fernando Grande-Marlaska, que ha cumplido una función esencial. Una persona absolutamente de orden, que no muestra ninguno de los estereotipos históricos del gay, como él, hubiera entonces ayudado al chaval que yo era, que estaba convencido de que los homosexuales eran pervertidos que vivían en ratoneras.

Es que entonces ni siquiera los personajes como Almodóvar o Bosé, que coqueteaban con la pose homosexual, admitían públicamente serlo cuando estaba en juego su reputación social. Corremos el riesgo de olvidarnos de estas cosas, que pasaban hace 30 años, que en términos históricos es nada.

Esa extravagancia de la que hacía gala Almodóvar, a la que tradicionalmente se ha asociado la imagen de los homosexuales, ¿ayuda o perjudica?

En aquellos tiempos, ayudaba y perjudicaba a la vez. Yo ahora soy muy partidario de la extravagancia, no personalmente porque no es mi manera de ser. Pero sí creo que las marchas del orgullo gay tienen que ser cómo son. Hay que reivindicar el disfraz, el travestismo, en un sentido amplio, casi metafísico. No hay que uniformar las sociedades.

Este año salió un libro titulado "Elogio de la homosexualidad" en el que se afirma que los gays nos vemos obligados contra nuestra voluntad a madurar antes porque nos enfrentamos muy jóvenes a los estereotipos de la identidad, a las convenciones sociales. Desde esa perspectiva, es fundamental que cada uno se comporte como le dé la gana. En España ayudó mucho alguien como Boris Izaguirre, un marica, que hacía de marica en la tele, sacando toda la pluma. La gente se rió de él durante un tiempo, pero finalmente consiguió desterrar el tópico.

Yo mismo, cuando era absolutamente homófobo, me horrorizaba al ver esas marchas y me preguntaba por qué no podían ser gente normal. Hay que reivindicar que hay muchas formas de normalidad.

Recuerda el daño que le hicieron en su niñez y su adolescencia los sacerdotes del colegio de Madrid en el que estudiaba, a los que describe como "sacerdotes trogloditas". ¿Estamos libres ya de sacerdotes trogloditas?

No creo. La información que llega de la jerarquía eclesiástica es terrible. En España, cada vez que habla un obispo tiembla todo el mundo. Lo que pasa es que en España ya da un poco igual. Ni siquiera los creyentes compran ya esos mensajes, pero en América Latina sigue primando la fe, a los sacerdotes se les hace más caso.

En una frase que se interpretó como un giro en la postura católica sobre este tema, el Papa se preguntó "quién es él para juzgar".

El Papa está siendo en casi todo una bendición. Es verdad que este es un Papa que nos gusta más a los no católicos que a los católicos, al menos que a los católicos tridentinos.

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¿Le parece esa declaración suficiente?

En esto confieso que soy una persona muy mayor. Soy muy consciente de que hay determinadas cosas que es imposible que cambiaran a la velocidad que nos gustaría. No puedo esperar que un Papa cambie de repente toda la doctrina. Se supone que también se está terminando con la discriminación de los homosexuales en el seno de la iglesia. Son pasos que se tienen que ir dando poco a poco, pero que necesitan un principio. Ese principio ya se ha dado.

Luisgé Martín defiende la extravagancia como forma de reivindicación.

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