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Javier Cercas: “Detesto el sentido político de la palabra ‘patria’. Ha sido atrozmente usada para cosas sucias y para cometer barbaridades”

El escritor de “Soldados de Salamina” vuelve al tema de la Guerra Civil española para contar en “El monarca de las sombras” la historia de su tío abuelo, Manuela Mena, que combatió como oficial del bando franquista y murió en la batalla del Ebro a los 19 años. Habló con BBC Mundo.

A Javier Cercas (Ibahernando, España, 1962) le gustan las preguntas. Por esta razón, afirma, se hizo escritor. "Un escritor en español, no español", me corrige, "porque la tradición latinoamericana me pertenece como me pertenece la tradición española, con la misma intensidad".

Cercas se hizo escritor porque, según él, las novelas formulan preguntas complejas de la manera más compleja posible. "Y lo que hacen", confiesa, "es no contestarlas o al menos no contestarlas de manera clara, nítida, unívoca, taxativa, sino que las contestan siempre de manera ambigua, contradictoria, esencialmente irónica".

¿Y cuál es la pregunta que "El monarca de las sombras", su última novela, no contesta, o contesta de manera ambigua y contradictoria? Lo descubriremos más adelante. Lo que de momento se puede decir es que esta novela cuenta dos historias. Una es la de Manuel Mena, tío abuelo materno del autor y oficial franquista, que murió a los 19 años durante la Guerra Civil Española y que se convirtió en el héroe oficial de su familia.

La otra es "la historia de la historia", o sea, el relato en primera persona de cómo y por qué el narrador —"que soy yo", especifica Cercas, "o alguien que se parece mucho a mí— decide enfrentarse a un trabajo del que siempre había huido. Porque el Cercas narrador sabía que escribir la historia de su tío equivalía a enfrentarse al pasado franquista de toda su familia, "que era el pasado que más me abochornaba", y a hacerse responsable de ello.

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Alrededor de estos dos ejes narrativos el autor teje su trama de reflexiones sobre el valor del pasado, el sentido de la memoria y la búsqueda de la verdad, tanto más necesaria cuanto más se sabe que será siempre parcial y precaria.

Después de "Soldados de Salamina" [publicado en 2001], para Javier Cercas se trata de un regreso al tema de la Guerra Civil y una manera, tal vez, de cerrar un círculo con una parte significativa de la historia española y con la suya personal. Aunque, cuando se trata de historia, sea la propia, la de la patria o de cualquier otra, "esto no se acaba", escribe Cercas, "no se acaba nunca".

Este es un fragmento de la entrevista que le dio a BBC Mundo.


"Es dulce y honorable morir por la patria". Tu último libro empieza con este epígrafe del poeta Horacioy, de hecho, en muchas de las páginas las reflexiones sobre el concepto de "patria" son recurrentes. ¿Es este el tema de fondo del libro?

Exacto. De hecho, el título original era "Morir por la patria". El protagonista del libro es un niño que cree morir por la patria, como tantos y tantos millones de niños han muerto a lo largo de la historia creyendo que mueren por la patria, creyendo que mueren por las mejores razones, cuando en realidad están muriendo engañados por los adultos.

En el libro dices que "uno es de donde da su primer beso y de donde ve su primer western". ¿Es esta tu definición de "patria"?

Para mí la patria es un lugar pequeñito, ahí donde están tus recuerdos, tu familia, la gente que quieres, es un lugar abarcable. Yo reivindico este sentido íntimo de la palabra patria, un sentido sentimental, personal, que es distinto al sentido de la palabra patria por el cual murió Manuel Mena, el mismo sentido al que alude Horacio en el epígrafe del libro.

¿Crees que la muerte de Manuel Mena ha sido en vano?

Totalmente. Creo que la palabra "patria" es una palabra tan prostituida… El doctor Johnson [Dr. Samuel Johnson, una de las figuras literarias más importantes de Inglaterra] decía que la patria es el último refugio de los canallas. Ha sido una palabra atrozmente usada para cosas sucias y para cometer barbaridades. Yo detesto el sentido político de la palabra "patria".

También cuentas que escribes de él porque en realidad quieres escribir de ti y que te decidiste a contar la historia de Manuel Mena "por no ser escrita por tu madre". ¿Qué quieres decir con esto?

Uno escribe para llegar a ser quien es, para saber quiénes somos, para llegar a acceder a la libertad personal. La escritura es una conquista de uno mismo, porque los demás nos escriben a nosotros.

¿Quién nos escribe?

Nuestras familias, que de manera a veces voluntaria y a veces involuntaria fijan un destino para nosotros. La escritura, la literatura, el arte en general, son instrumentos que nos permiten acceder a nuestro propio destino, aquel que nosotros buscamos. En esta novela el narrador lucha precisamente para no dejarse arrastrar a un destino que al parecer le habían prefijado y al que él no quiere llegar.

Lo que pasa es que hay un juego, una paradoja: yo siempre creí que mi madre, que quizás es la protagonista secreta del libro, me hablaba tanto de Manuel Mena —que de joven fue a la guerra, que murió por la patria en combate— porque siempre había visto ese destino como el destino ideal para mí, el destino de Aquiles, el protagonista de la Ilíada, el joven guerrero, el de la "bella muerte", que se distingue en combate y muere joven.

Escribiendo este libro me di cuenta de que estaba equivocado [se ríe]. Mi madre no buscaba este destino para mí, como no lo busca ninguna madre. En el fondo mi madre me estaba diciendo que no fuera como Aquiles, sino como el protagonista de la Odisea, Ulises, ese personaje astuto que regresa a casa y que recupera a su mujer después de un largo viaje lleno de peripecias terribles y que vive muchos años gracias precisamente a su astucia.

Por eso es tan importante esa escena de la Odisea que se cita en el libro, en la que Ulises baja al Hades, el reino de los muertos, y se encuentra a un Aquiles que se lamenta de haber muerto joven.

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¿Es este el motor narrativo de tu novela, lo que tú llamas "el punto ciego"?

Sí. La pregunta central de la novela, su "punto ciego", es: ¿merece la pena jugarnos la vida, y en su caso perderla, por los valores en los que creemos? Incluso si esos valores la historia acabe diciendo que son valores equivocados, incluso si la historia acabe diciendo que esa causa es una causa equivocada, como es el caso de Manuel Mena. Esa es una pregunta tremenda que nadie puede contestar por otro, que solo nosotros podemos contestar, y además tampoco sabemos cómo la contestaremos a la hora de la verdad y a la hora de tener que contestarla.

¿Este libro es un intento de contestar a esta pregunta?

Exacto. Diría que, más que de contestarla, la propia pregunta es la respuesta del libro.

A propósito de la historia que mencionaste, a partir de "Soldados de Salamina"—y después, con "Anatomía de un instante" [sobre el intento del golpe de Estado de 1981 en España] y "El impostor" [la historia del sindicalista español Enric Marco Batlle, que se hizo pasar durante años por superviviente de los campos de concentración nazis]—, el pasado con mayúsculas y el pasado más íntimo y familiar son los dos ejes alrededor de los cuales gira tu obra narrativa. ¿Por qué?

Es verdad que la Historia, con mayúsculas, y la historia con minúsculas se entrelazan, porque en mis libros el pasado es una dimensión del presente y lo colectivo es una dimensión de lo individual. Es decir, los seres humanos somos esencialmente históricos, y nos vemos envueltos en la Historia, y nuestra historia personal está íntimamente imbricada con la historia colectiva, de manera que no se pueden entender la una sin la otra.

A mí el pasado que me interesa es un pasado que no ha pasado todavía, del que hay memoria y testigos. O sea, considero el pasado como una dimensión del presente sin la cual el presente está mutilado.

Volviendo al tema de la patria, tú eres catalán y tu postura fue siempre muy crítica con el actual proceso independentista. Según tu visión de la patria, ¿en el debate político entre España y Cataluña ese término fue malinterpretado?

Curiosamente el término "patria" en este contexto se usa poco, tal vez porque todo el mundo es consciente de que esa palabra ya no sirve, no es una palabra que se use mucho ni por los independentistas catalanes ni por los anti independentistas catalanes.

¿Por qué?

Porque es una palabra antigua y ensuciada y justamente lo que ha hecho el independentismo catalán en particular es intentar no parecer antiguo, intentar dar una buena imagen, esto es normal.

¿Crees que se dio un barniz de modernidad?

Han propuesto un discurso que intenta ser lo más atractivo posible y lo han hecho con inteligencia, intentando que el nacionalismo no suene a nacionalismo, que el nacionalismo no parezca algo agresivo, antiguo. En este sentido diría que han hecho un trabajo excelente. Han conseguido dar una imagen atractiva, reivindicable, de lo que está ocurriendo en Cataluña, de su causa: la separación de Cataluña de España. Lo que pasa es que yo estoy a favor de la desaparición de los Estados.

¿En qué sentido?

No entiendo qué sentido tiene multiplicar los Estados cuando para mí lo ideal es la desaparición de los Estados. No estoy hablando de las culturas. Estoy completamente a favor de que exista una cultura catalana, una cultura española, una cultura francesa, una cultura italiana, y que se desarrollen en sus ámbitos y lenguas. Todo esto me parece riquísimo y buenísimo para Europa.

Yo estoy a favor de la desaparición de los Estados nacionales y de la construcción de un Estado supranacional, federal, llamado Europa. Esa es mi ambición. Creo que es el gran proyecto político del siglo XX y la única utopía razonable que hemos inventado los europeos.


Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad peruana entre el 9 y el 12 de noviembre.

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