Algunos la ven, en el mediano plazo, como la primera mujer en la secretaría general de Naciones Unidas. Pero en su país, al menos en apariencia, muchos no la quieren ver ni en pintura.
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Michelle Bachelet terminará su gobierno en marzo de 2018 y, según las encuestas, lo más probable es que su coalición pierda los comicios para elegir a su sucesor.
Este domingo los chilenos están citados a votar por alguno de los ocho candidatos que llegan a los las elecciones representando a una dirigencia política en crisis, desprestigiada.
De acuerdo a las últimas encuestas, Bachelet terminará su mandato con una aprobación de entre 20 y 25%. Su primer periodo, entre 2010 y 2014, lo acabó en 80%.
Esta vez la mandataria no saldrá en hombros, sino entre ataques viscerales de una parte de la población que la califica de "corrupta" e "incompetente" y tampoco se ahorra insultos personales cargados de una odiosidad pocas veces vista.
Pero es difícil saber cuántos chilenos piensan realmente así, porque ni siquiera ese 25% genera consenso y hay encuestas que estiman su aprobación en 40%.
La campaña ha profundizado las divisiones en Chile y la herencia de Bachelet, que no es candidata ni apoya a ningún candidato directamente, ha sido un tema importante.
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Sin embargo, mientras en su país natal el debate sobre su legado genera división, en el exterior parece haber un consenso: su gobierno, dicen, cambió a Chile para siempre.
Prestigio internacional
Bachelet, considerada la mujer más poderosa de América Latina por la revista Forbes, tuvo ya un importante cargo en la ONU como directora de ONU Mujeres; es una de las figuras influyentes de Unasur; integró la comisión para el mantenimiento de la paz en Haití; y participó en las conversaciones y acuerdos de paz en Colombia con las guerrillas.