El conductor de camiones Abu Fawzi pensaba que se trataba sólo de otro trabajo, aunque a través de uno de los territorios más peligrosos en el norte de Siria.
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Sin embargo, ni los puentes bombardeados ni la arena del desierto ni incluso los combatientes del autodenominado Estado Islámico (EI) o las fuerzas gubernamentales que luchan contra ellos se interponen cuando tiene que hacer una entrega.
Pero esta vez se trataba de una carga humana.
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Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), aliadas de los combatientes kurdos y árabes que se oponen a EI, quieren que Fawzi lidere un convoy para llevar a centenares de familias de desplazados por los combates desde la ciudad de Tabqa, junto al río Éufrates, a un campamento más al norte.
El encargo le llevaría unas seis horas máximo o al menos eso fue lo que le dijeron.
Pero cuando Fawzi y sus compañeros reunieron su convoy, temprano el 12 de octubre, se dieron cuenta de que les habían mentido.