Friburgo era gris como la ceniza, pero ahora es verde y quiere ser aún más verde.
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Esta ciudad ubicada en el sudoeste de Alemania, a los pies de la fabulosa Selva Negra, fue arrasada por las bombas durante la Segunda Guerra Mundial y decidió reconstruirse con un solo propósito en mente: ser la urbe más ecológica y sostenible del mundo.
Y numerosos hitos ("el primero…", "el más…"), además de premios y certificaciones nacionales e internacionales, demuestran que lo ha conseguido en gran medida, si se compara con otros centros urbanos de la misma escala (cerca de 230.000 habitantes).
Uno lo nota al caminar por Friburgo. En el centro —reconstruido respetando la fisonomía medieval que tuvo desde su fundación en 1120— no se ve un solo automóvil.
"Solo entran furgonetas que descargan su mercadería bien temprano por la mañana o taxis que dejan o recogen a visitantes en los hoteles", le cuenta a BBC Mundo Annika, una lugareña que trabaja en la alcaldía.
Tranvías, bicicletas y peatones son los dueños de la calle. "Para ver carros, camiones y autobuses hay que ir a la periferia", prosigue.
De inmediato se aprecia el bajo nivel de ruido. Lo que más se escucha es el timbre de alerta de los tranvías, su suave deslizamiento por los rieles, o el bullicio de los 24.000 estudiantes que avivan esta ciudad universitaria.