Es su mayor triunfo en el circuito profesional, un título que se espera marque un antes y un después en su carrera, pero que tiene una connotación aún mayor en su vida.
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A partir de ahora, Grigor Dimitrov podrá escribir su nombre en mayúsculas y a secas, sin apodos ni deudas por las expectativas que no había podido cumplir desde que irrumpió en el mundo del tenis como el heredero natural del suizo Roger Federer.
Su victoria el domingo sobre el belga David Goffin en tres sets 7-5 4-6 6-3, en la Copa de Maestros, las finales del circuito ATP, fue un alarde del tenis que durante años se ha esperado de él, pero que sólo ha ofrecido con cuenta gotas desde que se proclamó campeón junior de los abiertos de Estados Unidos y Wimbledon en 2008.