Hasta ese momento, la sesión extraordinaria del Parlamento había seguido el libreto. Las denuncias por los excesos del presidente y su esposa se multiplicaban orador tras orador.
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Una diputada estaba hablando del sufrimiento que pasaban sus electores cuando de repente vimos a un mensajero aproximarse al presidente del Parlamento, Jacob Mudenda.
Le entregó una carta.
Un sacudón de energía se apoderó de la sala. Desde el principio hubo vítores que se anticiparon a lo que se venía.
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Después Mudenda se levantó para leer la nota…
Los próximos 10 minutos quedarán grabados en mi memoria.
Nos esforzamos por escuchar al orador a través del débil sistema de megafonía y las palabras "declaración de renuncia" se oyeron claras.
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Los vítores, el golpeteo de las mesas, el baile y el canto nos hicieron entender a todos los presentes que la era de Robert Mugabe había terminado.
Desde los pasillos exteriores, donde los activistas del partido oficialista Zanu-PF se habían reunido, llegaban hasta los parlamentarios los fuertes aplausos y cantos que se mezclan con sus propias celebraciones.
En el ambiente principal del Parlamento, un salón de baile de hotel especialmente acondicionado para la sesión, vi a los diputados y senadores bailar y abrazarse.
Parlamentarios oficialistas felices
Entre las experiencias más inusuales estaba el encontrar legisladores del partido gobernante ofreciéndose para entrevistarse con la BBC. Hace apenas una semana la mayoría de los periodistas extranjeros fueron expulsados del país.
Uno de los partidarios oficialistas incondicionales, el diputado Keith Guzah, me dijo que creía que la verdadera democracia finalmente echaría raíces en Zimbabue.
"Se fue y estoy feliz, feliz. feliz por mi país". dijo.
Otro diputado me dijo que su mayor alegría era que Zimbabue había logrado la transición "sin derramamiento de sangre".
Fue un comentario que ignoró la sangre derramada y el dolor infligido por su partido durante las décadas del gobierno de Robert Mugabe.