Las pupilas grises y cansadas de Enrique Humberto Rodríguez se iluminan cuando mira el mar desde Amapala con los ojos del recuerdo.
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"A menudo ahí podíamos tener hasta 10 barcos, barcos grandes", dice mientras señala las tranquilas aguas ahora sólo surcadas por lanchas de pescadores y las que de vez en cuando llevan y traen pasajeros desde tierra firme.
"De aquí salía banano hacia todas partes de Europa y Estados Unidos; madera, que más que todo iba para Europa: a Hamburgo, Rotterdam; pacas de algodón que generalmente iban para Japón", recuerda con orgullo Rodríguez, de 76 años.