Ocho meses antes de ser electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump prometió al grupo más poderoso del lobby israelí en su país que desmantelaría el acuerdo nuclear con Irán y llevaría la embajada de Washington a Jerusalén, "la capital eterna del pueblo judío".
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"Cuando sea presidente, los días en que se trata a Israel como un ciudadano de segunda clase habrán terminado", dijo Trump en aquel discurso de marzo de 2016.
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De inmediato, una ovación recorrió la conferencia del Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (Aipac, por sus siglas en inglés), con miles de asistentes en Washington cortejados por Trump en plena campaña.
Ahora en el gobierno, Trump parece resuelto a mostrar que cumple con aquellas promesas.
El mandatario dijo en octubre que evitaría certificar nuevamente el acuerdo con Irán firmado por su antecesor Barack Obama y otras cinco potencias mundiales, lo que arrojó dudas sobre su futuro.
Y esta semana, Trump anunció su decisión de considerar oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel y mudar la embajada de EE.UU. allí, algo que sorprendió al mundo y elevó la tensión en Medio Oriente.