"Mi curiosidad literaria, como la de casi todos los de mi generación, no nació de haber caído en mis manos ni Homero, ni Cervantes, ni Virgilio, sino el Almanaque de Bristol".
PUBLICIDAD
Esto dijo en un artículo publicado en 1969 en el diario colombiano El Tiempo el ensayista y periodista colombiano Germán Arciniegas (1990-1999), reconocido como un prominente pensador de su país durante el siglo XX.
Arciniegas contaba en la columna que su padre, campesino, "también creía en el Almanaque de Bristol, único que acertaba en las predicciones de las lluvias".
"Él desconfiaba de nuestros astrónomos locales y yo de mis maestros de literatura. El Almanaque me dio las claves de Góngora, Lope, Calderón…", continuaba el escrito, una especie de homenaje al cuadernillo que existe desde 1832 y que, así como influenció al padre de Arciniegas, ha hecho lo propio con muchos campesinos latinoamericanos.
Cada diciembre, este folleto anual se vende por menos de un dólar en quioscos y tiendas de barrio en países como Nicaragua, Honduras, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico y Bolivia. Pero Colombia es el mayor comprador.
Desde hace casi dos siglos, presenta los mismos contenidos: predicciones del tiempo y de las mareas para cada mes, datos astronómicos, el santoral católico, horóscopos, chistes y anuncios publicitarios de artículos de perfumería.
Al buscar en Facebook "Almanaque Pintoresco de Bristol" aparecen decenas de publicaciones de usuarios con mensajes como "Fue mi primera enciclopedia", "Se lo compro a mi padre todos los años", "Es la Biblia de los campesinos".
PUBLICIDAD
Aunque su producción ha mermado con los años, según reconoce su fabricante, para la edición de 2018 se imprimieron 1,5 millones de cuadernillos en español, de los cuales casi medio millón se envió a Colombia.
Tras sobrevivir dos guerras mundiales y la revolución de internet, ¿qué hace que esta cartilla siga siendo popular?