Como en todas las premiaciones estadounidenses de este año, se esperaba que en los Grammy los artistas se pronunciaran contra las denuncias de acosos sexuales que han inundado Hollywood y otras industrias en los últimos meses.
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Artistas pop de la fama de Pink o Lady Gaga lucían, a simple vista, como voces destacadas que hubiesen podido abordar el tema en sus presentaciones.
Pero no fueron ellas sino la cantante Kesha, de 30 años, la elegida para rendir homenaje a los movimientos emergentes de apoyo a las víctimas de estos abusos en EE.UU., llamados #MeToo y #TimesUp.
Tras interpretar su nuevo sencillo "Praying", la artista rompió en llanto y recibió el abrazo colectivo de otras intérpretes que la acompañaron en el escenario, entre las que estaban Cyndi Lauper y Camila Cabello.
El acto de Kesha fue reseñado como uno de los más emotivos de la gala del domingo.
En gran parte por su historia personal de denuncias de abuso sexual contra el reconocido productor estadounidense Dr. Luke (Lukasz Gottwald), quien ha ganado cuatro premios Grammy y ha trabajado con estrellas pop como Katy Perry y Britney Spears.
https://twitter.com/NBCNews/status/957946434959040512
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Una historia que comenzó hace cuatro años
En octubre de 2014, la cantante demandó al productor que la había llevado a la fama.
Lo acusaba de haberla drogado, violado y abusado emocionalmente, y exigía terminar su contrato de grabación con él y su empresa, vinculada a la disquera Sony.
Además, la cantante expresó frustración sobre "no tener control creativo" sobre su música.
Gottwald la contrademandó por difamación e incumplimiento de contrato.
A partir de ese momento, se desencadenó una batalla legal que duraría hasta 2017. En ese tiempo, varios jueces han negado a Kesha la posibilidad de abandonar su contrato con la empresa que fundó Gottwald.