"Mi hijo cometió un delito, pero merece una segunda oportunidad".
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Son palabras de Silvia Vargas, madre de Víctor Parada, un boliviano de 30 años condenado a la horca en Malasia por tráfico de drogas.
La última vez que Silvia supo de Víctor fue el pasado 5 de enero, cuando él llamó y le dijo resignado que había sido condenado: "Mamá, no lo logramos, por favor cuida a mi hijo, dile que lo amo".
Ese mismo día, una corte de Malasia lo había sentenciado a morir en la horca, culpable de entrar a ese país con 450 gramos de cocaína en su estómago.
En Malasia, el castigo para este delito es la pena de muerte. La sentencia, sin embargo, no indica cuándo sería ejecutada.