Cuando se trata de nuestros sentidos, el tacto es tan importante como el oído o la vista.
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No sólo asegura que seamos capaces de juzgar las temperaturas y sentir dolor. También nos ayuda a mantenernos erguidos al sentir el suelo debajo de nuestros pies.
Y nos permite establecer conexiones emocionales con otras personas.
Por eso perder el sentido del tacto puede tener un gran impacto, como bien sabe Yvette Wong, de Liverpool, en Reino Unido.
"Con mis pies, simplemente no puedo sentir nada. Si los meto en agua caliente, no me doy cuenta. Cuando saco el pie, está rojo brillante, pero no me quema", le cuenta a la BBC.
El acto de tomar un baño es potencialmente peligroso para alguien como Wong.
Pero hay un problema aún mayor, uno que ya la ha afectado.
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"Me caigo. Me ha pasado en la calle".
Cada año, solo en Inglaterra, alrededor de 250.000 mayores de 65 años terminan en los servicios de emergencias de los hospitales después de una caída, y un sentido del tacto deteriorado es una de las principales razones.
A Yvette Wong, solo salir a dar un breve paseo en su propia calle, sobre un pavimento que conoce, la desequilibra.
"Me siento inestable. Si no me concentro, me voy para cualquier lado".
El mal que afecta a Wong se llama neuropatía periférica y se estima lo padecen una de cada diez personas mayores de 55 años.
Las causas son muchas y variadas, pero definitivamente aumentan a medida que envejecemos.