Su rostro no se convirtió en camisetas, llaveros o encendedores y, difícilmente, un póster con su retrato adornará la habitación de un adolescente.
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A diferencia del Che Guevara, Raúl Castro no fue un ídolo revolucionario. No se transformó en ícono ni en un bien de consumo.
Tras la salida del poder de su hermano Fidel por enfermedad, gobernó Cuba durante 12 años, pero la suya no fue la imagen del líder indiscutible y emblemático de la Revolución Cubana.
Este 19 de abril, el menor de los Castro, por su propia voluntad, debe retirarse del cargo de presidente de la isla.
Si bien deja una economía en el abismo y no implementó ningún avance en materia de derechos humanos y democracia, Raúl pasará a la historia por poner en marcha unas tibias medidas de apertura en la isla.