Estaba planeada como una visita amena a un país vecino conducido por un gobierno políticamente afín.
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Pero la llegada del presidente de Chile, Sebastián Piñera, a Argentina, en la primera gira internacional de su segundo mandato, se vio teñida de polémica.
El motivo no es un desacuerdo entre ambos países sino un problema doméstico que arrastra Piñera e involucra indirectamente a Argentina.
Concretamente, la designación por parte del mandatario chileno de su hermano, Pablo Piñera, como embajador en Buenos Aires.
Si bien el gobierno argentino no puso reparos al nombramiento, quien sí se opuso -vehementemente- fue la oposición chilena.
El martes, día previo al viaje del presidente, miembros del Partido Socialista (PS) y del Partido Comunista (PC) de Chile presentaron una denuncia ante la Contraloría General de la República cuestionando la legalidad de la designación y acusando a Piñera de nepotismo.
En respuesta, el mandatario anunció que congelaría el nombramiento hasta que se pronuncie ese organismo.