Imagínate que has estado entrenando por varios meses para competir en un torneo de vóley, tenis o ping pong.
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Pero sales apurado una mañana y, cuando corres para no perder el autobús, te tropiezas con una baldosa floja y acabas en el piso.
El pronóstico no es bueno: como resultado de la caída te has roto el brazo y el médico ha indicado un yeso.
Si ya te estás lamentando porque no vas a poder participar en el torneo, espera, un nuevo estudio puede ofrecerte una solución.
De acuerdo a investigadores de la Universidad de Saskatchewan, en Canadá, quienes publicaron los resultados de su estudio en la revista Applied Physiology, entrenar el brazo que está sano puede ayudar a que el otro, inmovilizado por el yeso, no se atrofie.
Experimento
Cuando tenemos un miembro inmovilizado, al quedarse quietos, sus músculos se atrofian. Pierden fuerza y se encogen. Este proceso puede desencadenarse inmediatamente después de que nos lastimamos o a los pocos días.
Pero según los investigadores de Canadá, trabajar los músculos en el miembro opuesto, evita este proceso.
Para llegar a esta conclusión, los científicos llevaron a cabo un experimento con 16 participantes a los que dividieron en dos grupos.