A una directora ejecutiva: ¿Puedo hablar con tu jefe?
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A un enfermero: "La verdad que no se ven muchos hombres enfermeros".
A un pasante en una organización LGBTQ: "Tú no pareces homosexual".
A un colega que no es blanco en una oficina con gente predominantemente blanca: "¿De dónde eres?… No, me refiero a de dónde eres realmente".
A una persona mestiza: "¿Tú qué eres?".
Ésta es una pequeña lista que engloba las llamadas microagresiones: preguntas, comentarios breves o acciones que tienen lugar a lo largo del día y que hacen que muchos —sobretodo aquellos que pertenecen a grupos marginados— se sientan mal con ellos mismos.
La lenta acumulación de estas microagresiones pueden generar baja autoestima, sentimientos de alienación y, eventualmente, problemas de salud mental, advierten investigadores.
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También contribuyen a crear un ambiente de trabajo tóxico.
Pero hay medidas que puedes implementar para manejar estas situaciones delicadas si eres objeto de estas agresiones o si, por el contrario, sin siquiera darte cuenta, eres quien hace este tipo de comentarios.
Buenas intenciones
A diferencia del discurso de odio, las microagresiones no tienen la intención de ser maliciosas, aunque su impacto sea negativo.
No se manifiestan, necesariamente, de forma verbal. Pueden ser pequeñas acciones también, que para los no afectados pueden resultar invisibles e inofensivas.