Las actividades diplomáticas entre Corea del Norte y Corea del Sur están siendo vigiladas muy de cerca por los exespías de Corea del Norte que quieren regresar a su hogar.
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Kim Young-sik tenía poco más de 20 años cuando decidió que no quería ver a su país sufrir más.
Quería librar a ambas Coreas de los poderes extranjeros que creía que los habían dividido. En 1962, se dirigió hacia el sur en un barco espía norcoreano como ingeniero de radio.
"Odiaba que fuerzas externas dividieran a mi país e hicieran que nuestra gente luchara entre sí", le dice el exespía a Laura Bicker, periodista de la BBC.
"Era joven y me gustaba estar con mi familia en Corea del Norte. Éramos inseparables y lo pasábamos muy bien juntos".
"Pero a pesar de todo me dirigí a Corea del Sur porque mi país estaba sufriendo".
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El bote espía tomó una larga ruta hacia Ulsan para intentar no ser detectado y legó casi hasta Japón antes de dirigirse a la costa sudeste de Corea del Sur.
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Pero antes de que pudiese llevar a cabo su misión, los surcoreanos capturaron su barco. Kim Young-sik fue condenado a prisión.
Pasó 26 años en una cárcel surcoreana. Ahora es libre y le han otorgado la ciudadanía surcoreana. Pero nunca se sintió como en casa.