Jenny sentía tanto frío que le dolía la cabeza y no podía dormir.
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Horas atrás, se había mojado la ropa y los zapatos cruzando junto a su hijo y un coyote el río Grande rumbo a Estados Unidos.
Los encontró de madrugada la patrulla fronteriza y en cuestión de diez minutos, recuerda, vivieron la experiencia más traumática de su viaje desde El Salvador el año pasado.
"Nos metieron en las hieleras" dice Jenny, quien prefiere no dar su nombre completo por seguridad.
La mujer de 36 años fue puesta junto a su hijo en una celda que describe como "helada, muy helada" bajo la custodia de del servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
Se trata de centros de detención de corto plazo en las cercanías de la frontera suroeste entre EE.UU. y México donde las personas no deben permanecer más de 72 horas, según las directrices del gobierno.
Por años, sin embargo, organizaciones de derechos humanos han denunciado que los detenidos están allí por días e incluso meses, sufriendo temperaturas extremadamente frías y sin camas ni servicios sanitarios adecuados.