Es una escena recurrente en las películas de Hollywood: la protagonista deprimida o angustiada comiendo de madrugada un gigantesco bote de helado frente al televisor.
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Muchos recurrimos a la comida como vía de escape ante una situación de estrés emocional, lo que en inglés llaman emotional eating.
Pero, ¿cuándo es un problema?
Según los especialistas, si eso se hace con regularidad, detrás de ese hábito puede haber una relación poco saludable con la comida, cuyo origen no está en los genes sino que se establece en la infancia temprana.
Esa es la principal hipótesis de un estudio de la University College de Londres, que concluyó que el ambiente familiar es la principal causa del desarrollo de ese "apetito emocional".
Aprendido, no heredado
La investigación, publicada en la revista especializada Pediatric Obesity, sugiere que el comportamiento parental está detrás de algunos de estos comportamientos aprendidos.
Entre las prácticas que pueden ser contraproducentes está la de consolar a un niño disgustado dándole su comida o dulce favorito o comer habitualmente en un ambiente de estrés en la mesa, según los autores del estudio.
Los autores de este informe analizaron la relación entre las emociones y el comportamiento alimentario de casi 400 gemelos y mellizos británicos y comprobaron que el ambiente cuenta más que la herencia genética, ya que no había diferencias entre hermanos.