"La paciente está sentada sobre la cama con cara indefensa. ¿Cómo se llama? -Auguste. -¿Cómo se llama su marido? -Auguste, creo. Parece como si no entendiera la pregunta".
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Auguste tenía 51 años, aunque quizás para ese entonces ya no lo recordaba. E igual que el psiquiatra Alois Alzheimer que la atendió, vivía en Frankfurt, Alemania.
De su pormenorizado historial médico, con una letra manuscrita impecable, se desprende que era un ama de casa normal y corriente hasta que de repente, en 1901, se volvió olvidadiza, empezó a tener delirios y a gritar o llorar durante horas en medio de la noche.
Auguste tenía una hija con su marido, Karl Deter, un trabajador de los ferrocarriles. Pero al fallar su salud mental él decidió que no podía cuidar de ella y la llevó al hospital para enfermos mentales y epilépticos de la ciudad.
Fue allí donde su camino se cruzó con el del médico que la diagnosticaría con una enfermedad entonces nueva, pero que hoy en día afecta a decenas de millones de personas en todo el mundo.