A estas alturas ya debería estar muerto.
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"Ha pasado mucho tiempo, su señoría. Estoy listo", fue la respuesta de Scott Dozier cuando la jueza Jennifer Togliatti anunció la fecha en la que sería ejecutado en la prisión estatal de Ely en Nevada (Estados Unidos).
Dozier, quien en 2002 fue condenado a la pena capital por asesinato, se mostró sereno e, incluso, un poco animado durante aquella audiencia de finales de julio de 2017, según reseñó entonces la prensa local.
Le había costado casi un año lograr que las autoridades se avinieran a cumplir con su deseo: poner en marcha la aplicación de su sentencia a muerte.
Pero esos planes se frustraron.
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La ejecución, originalmente prevista para el 16 de octubre de 2017, fue postergada para el 14 de noviembre y, luego, suspendida indefinidamente.
Paradójicamente, estos diferimientos no respondían a solicitudes de Dozier, quien en 2016 anunció que no presentaría más apelaciones en su caso sino que se relacionaban con una disputa legal y médica acerca del método que utilizarían para ejecutarlo.
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Este 11 de julio, Dozier tendrá una nueva oportunidad de morir.
Desmembrados
El mal olor de una maleta hallada en abril de 2002 en un basurero a varias millas del centro de Las Vegas marcó el inicio del proceso judicial contra Dozier.
Dentro del bulto estaba el cuerpo mutilado y sin cabeza de Jeremiah Miller, un joven de 22 años.
Durante el juicio, los abogados de Dozier presentaron a Miller como un traficante de droga que estaba intentando meterse en el negocio de las metanfetaminas.
Los investigadores concluyeron que Dozier se había ofrecido a ayudar a Miller a conseguir los ingredientes para preparar la droga pero, en lugar de ello, lo había matado para robarle US$12.000.
La cabeza de la víctima nunca fue hallada aunque un informante le había dicho a la policía que Dozier había presumido de haberla metido en un cubo de cemento.
Después su arresto por la muerte de Miller, Dozier fue inculpado por la de Jasen Greene, un hombre de 26 años cuyo cadáver fue hallado desmembrado y enterrado en el desierto de Arizona. Por ello fue enviado a Phoenix, donde fue enjuiciado y condenado a 22 años de cárcel.
Pese a que hubo varios testimonios en su contra, Dozier siempre ha negado haber sido responsable de esta segunda muerte.
Según su relato, a petición de una amiga él dio alojamiento a Greene en el tráiler que usaba para preparar las metanfetaminas. Un día, al llegar allí, lo halló muerto pero decidió enterrarlo en lugar de avisarle a la policía para evitar que descubrieran su negocio con la droga.
"Me gustaba la idea de vivir al margen de la ley", dijo Dozier en una entrevista publicada en enero pasado en la revista Mother Jones.
"No estoy buscando clemencia. Nevada me dijo ‘deja de comportarte de esa manera o te mataremos y seguí actuando de esa forma’", agregó.
Voluntario
"Yo, Scott Raymond Dozier… en pleno uso de mis facultades, pido por este medio que mi pena capital sea promulgada y que yo sea ejecutado", escribió el 31 de octubre de 2016 en una carta dirigida a la jueza Togliatti.