Una noche de 1908 una anciana fue brutalmente asesinada a golpes en Escocia. Lo que ocurrió después mostró lo mejor y lo peor de una sociedad, e introdujo una nueva visión de la criminología, tipificada nada menos que por Sherlock Holmes.
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El detective es uno de los grandes personajes de ficción de la literatura británica. Y en el apogeo de su popularidad, muchos confundían al personaje y su creador: el escocés Sir Arthur Conan Doyle.
Esto fue exacerbado porque Conan Doyle aplicó el famoso método de Holmes para resolver casos reales.
Uno de ellos fue el extraño caso de Adolf Beck, un agente naviero noruego acusado de una serie de estafas contra mujeres, que pasó 5 años en prisión antes de que se probara que se trataba de un caso de identidad equivocada, ya que había estado en Perú en el momento de los crímenes.
El caso marcó un hito pues llevó al establecimiento del Tribunal de Apelación Penal.
Pero hubo otro en el que Conan Doyle se involucró que tuvo más resonancia: la condena de un alemán por la muerte de una escocesa.
El asesinato de Marion Gilchrist
Marion Gilchrist era una adinerada mujer de 82 años que vivía en la zona próspera de Glasgow, con su mucama, Helen Lambie, de 21 años.
Su pasatiempo era coleccionar joyas, que guardaba en el armario de su dormitorio.