Hace ocho años, a Natalia Guerrero la convencieron en Colombia de ponerse dientes delanteros falsos y coronas, a pesar de que los suyos estaban bien.
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Fue el comienzo de una dolorosa pesadilla dental que terminó en Miami, Estados Unidos, y que le costó una pequeña fortuna.
La dolorosa experiencia la hizo reflexionar en los millones de personas que necesitan asistencia dental urgente, pero no la pueden financiar.
Este es su testimonio.
Fue un tratamiento que no necesitaba y ni siquiera quería realmente. Un tratamiento que me dejó en agonía. Un tratamiento que tuvo que ser realizado una y otra vez y que me costó miles de dólares, cientos de noches sin dormir e incontables horas de dolor insoportable.
Recuerdo el ruido del taladro, el olor a carne quemada mezclada con sangre, mi sangre. Me acuerdo de la cara de empatía de la asistente dental que sostenía el tubo de succión mientras el dentista hacía malabarismo dentro de mi boca anestesiada.
Pero lo más doloroso es el recuerdo de los 10 minutos en que se detuvo y tuve la oportunidad de mirarme en el espejo.
Detrás de mi cara hinchada pude ver que seis de mis dientes frontales ya no estaban. Lo que había eran unos pequeños conos estilo vampiro. Quedé en shock, shock de haber sido tremendamente estúpida.