Muchos solo tomaron conciencia de la existencia del grupo al Qaeda y sus tácticas basadas en el terror como arma a escala global, después del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
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Pero tres años antes, en 1998, varias explosiones casi simultáneas en las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania mataron a cerca de 250 personas.
Doce estadounidenses perdieron la vida en los ataques, pero la mayoría de las víctimas eran locales. Más de 4.000 personas resultaron heridas.
Estos atentados atrajeron la atención del mundo sobre la organización al Qaeda, y el FBI colocó a su líder, Osama bin Laden, en el puesto número uno de la lista de fugitivos más buscados.
Terror sin fronteras
Desde un punto de vista estratégico, el ataque a las torres marcó el inicio de una era donde el terrorismo dejó de estar limitado por las fronteras territoriales.