La luz moteada, que entra a través del desgastado techo de paja en "la casa de los espíritus" en la aldea de Parambei, revela las cicatrices onduladas que lucen en su pecho varios varones iniciados.
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Las casas espirituales -o Haus Tambaran– que están a lo largo del río Sepik, en el norte de Papúa Nueva Guinea, son los puntos focales de un sistema regional de creencias que venera a los espíritus que se manifiestan como animales.
Estas casas están llenas de murales y tallados de todo tipo de criaturas, desde cerdos y casuarios hasta serpientes y águilas. Sin embargo, es el cocodrilo el que verdaderamente encarna el poder animista a lo largo del Sepik.
En una de las ceremonias de iniciación más extremas del mundo, los hombres del Sepik reciben cortes con cuchillas de afeitar en la espalda, los hombros y el torso superior para dejar cicatrices alargadas similares a la que tienen los cocodrilos en su piel.
"Los niños son llevados a la casa del espíritu por sus tíos para que los corten. Puede tomar una hora o dos", explica Aaron Malingi, consejero jefe de Parambei.
"Hace años, el corte se hacía con bambú afilado", recuerda.