Si pensabas que lo habías visto todo, te falta por saber que alguien, en algún lugar del mundo, acaba de comprar un pedazo de «tierra virtual» por US$180.000.
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Esa «propiedad» está en el centro de Descentraland, una ciudad virtual creada por Esteban Ordano, un ingeniero de sistemas argentino, egresado del Instituto Tecnológico de Buenos Aires, que en su primera subasta logró que varias personas pagaran más de 28 millones de dólares en «tierra» que no existe en la vida real.
La ciudad tiene 90 mil parcelas que miden 10m x 10m. En ellas, los usuarios pueden construir todo lo que quieran. Sam Clare, uno de los compradores, invirtió US$900 en «tierra virtual» en el noroeste de la ciudad.
«Decentraland es básicamente lo mismo que Facebook, excepto que podrás ver y oír a los otros en realidad virtual. Entonces será un poco más como una experiencia real», afirma Clare, que tiene la idea de crear una galería de arte virtual en su parcela, donde establecerá un sistema para vender obras de sus amigos artistas «y luego quizá yo pueda tener una comisión (por la venta)».
Joanne Whalley, periodista de BBC Trending, se puso unos lentes de realidad virtual para vivir la experiencia de primera mano: «Es como una discoteca al aire libre […] Es una tierra de caricatura. Se siente enorme», afirmó.
¿Cómo funcionan las propiedades virtuales?
En la página web de Decentraland dice que todo comenzó como una manera de asignar propiedad de bienes inmuebles virtuales a usuarios de una «blockchain», es decir, una lista creciente de datos virtuales básicos, llamada «bloques», que se vinculan mediante una criptomoneda.
Así, para comprar parcelas virtuales en Decentraland hay que usar una criptomoneda llamada MANA.
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«Esta propiedad inmobiliaria digital se implementó inicialmente como un píxel en una grilla 2D infinita, donde cada pixel contenía metadatos que identificaban al propietario», explica Esteban Ordano, fundador de Decentraland, en un documento que redactó con su equipo, publicado en su página web.
¿Vale la pena invertir?
Claramente, Decentraland funcionará si atrae a la gente. David Gerard, experto en criptomonedas, afirma que «si las personas que no les importa un comino las ‘blockchains’ y quieren jugar el juego, esa será la medida de si esto (Decentraland) será un éxito».
Para ello, se están creando vecindarios temáticos para atraer visitantes, como Festival Land, Vegas City o, incluso, universidades. «Ellos tienen a gente talentosa involucrada y son jugadores apasionados de videojuegos. Estoy seguro que no van a crear algo aburrido», afirma Gerard.
Para algunos, incluso, ya es un buen negocio. Es usual encontrar parcelas que costaron menos de US$1.000 siendo revendidas por US$10.000. «No la venderé hasta que cueste al menos US$10 millones», afirma Sam Clare de su parcela.
¿Tierra de nadie?
Decentraland debe su nombre a la idea de que los desarrolladores planean salir de la plataforma eventualmente y dejar que corra a merced de los propietarios.
Así, la ciudad será un mundo libre por completo, donde sus propietarios podrán hacer lo que quieran sin ningún control central, sin autoridad, de manera por completo descentralizada.
«Es usual que otros mundos virtuales (que ya han sido lanzados) sean operados por una compañía central, y toda la tierra y todo el contenido residan en sus servidores. Entonces los usuarios corren el riesgo de que si la compañía deja el negocio o decide cambiar las reglas, pueden perder todo el contenido y las creaciones que construyeron», dice Ari Meilich, líder del proyecto.
David Gerard afirma que esa falta de control puede hacer que «trolls» o saboteadores de la experiencia «arruinen tu juego y eventualmente volverán tu plataforma social en un montículo de basura».
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Sin embargo, Meilich afirma que Decentraland tiene la opción de que la gente pueda filtrar el contenido, y esos filtros «serán establecidos por la comunidad».
Las criptomonedas han demostrado ser una inversión muy volátil. Es por eso que Gerard no duda en decir que Decentraland puede ser «la inversión más riesgosa del mundo […] La mejor manera de pensar en ello es como un Kickstarter o algo en donde no compras un producto, sino que le lanzas dinero a la idea de alguien porque quieres que se haga realidad».
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