Cuando nos da fiebre, sabemos que es un síntoma de que podemos tener alguna enfermedad. Pero en el siglo XVII, la gente pensaba que la fiebre en sí era la enfermedad.
PUBLICIDAD
Si volviéramos a esa época y le echáramos un vistazo a los males que aquejaban a la gente, la gran diferencia que encontraríamos con los actuales es que la fiebre parecía ser omnipresente.
Mejor dicho, las fiebres, ya que las había de muchos tipos y todo el tiempo surgía una nueva. Eran la principal preocupación de los médicos pues eran el tipo de enfermedad que más encontraban en los pacientes.
El inglés Thomas Sydenham llegó a obsesionarse en estudiarlas, dejando atrás las teorías médicas y centrándose en la observación y análisis de los síntomas que veían en sus pacientes. Por sus logros en este campo pasó a la historia como el "Hipócrates inglés", en referencia al médico de la antigua Grecia considerado el "padre de la medicina".
Pero para entender por qué Sydenham fue tan innovador, primero hay que comprender la relevancia de las fiebres y la situación de la disciplina médica en aquellos tiempos.
Evacuar el mal por la "salida adecuada"
Algunas fiebres, por supuesto, se van por sí mismas con el paso de los días, pero otras pueden resultar letales.
Para combatirlas, los facultativos del siglo XVII seguían teniendo como gran referencia las enseñanzas de Hipócrates pese a que se remontaban al siglo V a. C.