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“Mamá, encontré un juguete”: las bombas “olvidadas” que matan a más niños que adultos en varios países del mundo

Diez años después de un histórico acuerdo internacional sobre bombas de racimo, siguen muriendo decenas de civiles en países como Siria, Yemen y Laos por la explosión de estos artefactos. Dos tercios de las víctimas son niños.

Una mañana de marzo del año pasado, una niña de 10 años iba camino a su escuela en Laos cuando encontró un objeto metálico brillante y redondo tirado en el suelo.

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Lo llevó consigo y luego lo trajo a casa para una celebración familiar que tuvo lugar en un pequeño pueblo en la norteña provincia de Xiangkhouang.

El objeto, que confundió con un juguete, era de hecho una bomba lanzada en Laos durante los ataques aéreos de EE. UU. entre 1964 y 1973.

Explotó durante la fiesta, mató a la menor e hirió a 12 de sus parientes, incluidos un niño de dos años y un adulto de 57.

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Lejos de ser un caso aislado, el incidente fue un recordatorio de cuántos civiles, muchos de ellos niños, mueren cada año por los restos de bombas de racimo caídas en zonas de guerra de todo el mundo.

Pese a un esfuerzo internacional para prohibirlos, todavía están en uso en conflictos como Siria y Yemen, donde matan a cientos de civiles.

Errores mortales

Los explosivos de racimo llevan varias bombas más pequeñas que se liberan en el aire, lo que les permite extenderse a un área mucho más grande que una bomba convencional.

Dado el amplio espacio en el que pueden caer, muchas de sus principales víctimas son civiles y en muchos casos se trata de personas que tuvieron contacto con estos artefactos mucho tiempo después de haber sido lanzados originalmente.

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