Si no fuera porque un miembro de la familia se salió con la suya, Samwell, el hijo más pequeño de Lydia Njoki, que tiene epilepsia y discapacidades físicas, no estaría aquí.
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Su propia abuela llegó a incluso a decir cómo podía matar al bebé.
"Me dijo que le insertara agujas en las venas, eso lo mataría lentamente, y nadie se daría cuenta", recuerda Njoki.
Esta madre de 56 años y cuatro hijos vive en el condado de Narok, al suroeste de Nairobi, en Kenia.
"La gente me decía que estaba maldita, por eso había tenido un hijo con una discapacidad", recuerda.