Fue inmenso, apoteósico, un vuelo interminable.
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El atleta estadounidense Bob Beamon detuvo el tiempo hace 50 años con la que para muchos ha sido una de las actuaciones olímpicas más espectaculares de la historia, a la altura incluso al récord mundial de Usain Bolt en la final de los 100 metros planos en Pekín 2008.
Aquel día, el 18 de octubre de 1968, nadie pocos imaginaban lo que iban a presenciar en la final de salto largo de las Olimpiadas de México.
Los mismos atletas habían hablado de la posibilidad de romper el récord de 8,35 metros vigente desde el año anterior, incluso llegar a romper la barrera de los 28 pies (8,54 metros), pero ni ellos pensaron que era humanamente posible "volar" como lo hizo Beamon aquella tarde en la capital mexicana.