Mis hijos gemelos de 4 años se parecen en muchos aspectos. Los dos son sociables, traviesos y amorosos. Pero ya es posible notar algunas diferencias entre ellos.
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El niño, por ejemplo, es más consciente del tiempo y es muy curioso sobre el futuro. La niña, por su parte, se muestra más determinada a hacer las cosas por sí misma.
Como psicólogo especializado en la personalidad, y como padre, ver cómo emergen y se desarrollan las particularidades de cada uno me fascina.
Está claro que todavía es pronto, y aunque nuestra personalidad tenga raíces en la infancia, sé que habrá muchos cambios en el futuro, principalmente cuando entren en la pubertad.
La adolescencia es una fase de transformaciones rápidas.
No en vano la neurocientífica cognitiva británica Sarah-Jayne Blakemore, especializada en el cerebro adolescente, describió recientemente el desafío de esta etapa del desarrollo humano como "una tormenta perfecta" por el aumento repentino y simultáneo de "alteraciones hormonales, neuronales, sociales y de presiones de la vida".
A la lista podía haber añadido perfectamente "los cambios de personalidad".