Leanne* tenía 21 años cuando compró su primer vibrador. Un aparato liso y está hecho de silicona que se siente suave al tacto.
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"Es de color piedra, con un botón dorado", dice. "No se parece a un pene, es muy elegante".
Leanne creció en un pueblo en las afueras de Birmingham, en el norte de Inglaterra, y estaba sola desde hacía dos años cuando tomó el tren rumbo al centro de la ciudad un sábado por la tarde.
"Recuerdo que me sentía como si estuviese yendo a hacer un trámite, como por ejemplo llevar mi carro al taller", recuerda entre risas.
A sus 21 años, nunca había tenido un orgasmo.
"Estaba decidida. Me iba a comprar el vibrador de mis sueños y resolver el asunto".
Desilusión
Leanne perdió la virginidad a los 17 años y, para sus 21, ya se había acostado con un puñado de hombres. Con todos ellos había mantenido relaciones poco duraderas.
Disfrutaba del sexo, "pero era un tipo de placer diferente", explica.