El siguiente es un "aviso publicitario" del tratamiento contra el optimismo que fue publicado por el diario The Wipers Times en plena Primera Guerra Mundial.
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"¿Es usted una víctima del optimismo? ¿No lo sabe?
Pregúntese lo siguiente:
- ¿Sufre de jovialidad?
- ¿Se levanta por la mañana pensando que le está yendo bien a los Aliados?
- ¿A veces cree que la guerra terminará en los próximos 12 meses?
- ¿Cree más en las noticias buenas que en las malas?
- ¿Considera que nuestros líderes son competentes para ganar la guerra?
Si contestó ‘Sí’ a alguna de las preguntas, está en las garras de la terrible enfermedad. Podemos curarlo. Dos días en nuestro establecimiento y borraremos todo rastro de su sistema".
El periódico fue uno de varios publicados por los soldados británicos, franceses, canadienses y australianos entre 1914 y 1918 en el frente de batalla. Se los conoce como "periódicos de trincheras" y los producían como podían: algunos escritos a mano, otros mecanografiados y -los más afortunados- impresos en máquinas de imprenta halladas en ciudades bombardeadas.
Para algunos estudiosos del fenómeno, como Jeffrey Reznik, fueron parte del esfuerzo propagandístico propio de una guerra que necesitaba reclutas. Otros, como la investigadora Stephane Audoin-Rouzeau, piensan que fue una reacción a la información tergiversada publicada en los medios de comunicación tradicionales.
Para el escritor británico Ian Hislop, fueron "literalmente una forma de reírse de la muerte".
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Y la muerte era una moneda cotidiana, incluso para estos soldados devenidos en periodistas: el diario de trinchera francés L’Echo de Tranchées-ville dejó de publicarse al año de su primera aparición pues seis miembros de su cuerpo editorial murieron o fueron heridos en combate.
Censura en el frente
Además de avisos irónicos, como el que alerta sobre el optimismo, los diarios de trincheras contenían historias de ficción, poemas escritos en el frente, informes deportivos, editoriales y una columna generalmente denominada "Cosas que queremos saber", dedicada a los rumores y las especulaciones propios de una guerra en la que la censura mantenía a los soldados en una casi total ignorancia de lo que ocurriría con ellos.