36 años después de sobrevivir a unas de las peores masacres del ejército en la guerra civil de Guatemala, Ramiro Osorio Cristales testificó en la corte el mes pasado contra uno de los asesinos.
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El hombre que estaba siendo juzgado, un exsoldado llamado Santos López, no solo estaba acusado de matar a la familia de Osorio y a sus vecinos: era también su padre adoptivo.
"¿Si todavía le tenía miedo? Sí", le dice Osorio, de 41 años, al programa Witness de la BBC. "Pero tenía que hablar en su contra. Quería ser la la voz de aquellos que no pueden estar aquí".
El drama de Osorio comenzó en las primeras horas de la mañana del 6 de diciembre de 1982. Tenía entonces cinco años. Estaba en su casa durmiendo junto con su madre, su padre y sus seis hermanos cuando López y otros 50 miembros de la unidad de operativos especiales entrenada por Estados Unidos, conocidos como kaibiles, entraron en la aldea.
Las tropas de la élite antiguerrilla habían sido enviadas al empobrecido asentamiento maya en una zona remota de la selva en el norte de Guatemala, después de que un ataque rebelde a un convoy del ejército matara a 21 soldados.