¿Es esta, por fin, la verdadera cara de la política exterior del gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump?
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Ahora sabemos que las tropas terrestres estadounidenses se retirarán de Siria.
También se produjo la largamente anunciada partida del general James Mattis, un muy respetado secretario de Defensa que claramente ya no puede tolerar el enfoque impredecible del presidente hacia la seguridad y la defensa.
Y ahora hay informes (aún no confirmados) sobre un retiro parcial de Estados Unidos de Afganistán, donde proporciona ayuda crucial a las fuerzas de seguridad afganas en sus esfuerzos vacilantes para contener a la insurgencia talibán.
En cierto sentido, nada de esto debería ser una sorpresa. El presidente Trump ha criticado durante mucho tiempo las guerras legadas a Estados Unidos por sus antecesores.
Muchos analistas cuestionan la presencia de tropas de EE.UU. en Siria, al igual que señalan los problemas inherentes a la búsqueda de reforzar un gobierno afgano dividido por la corrupción, las luchas entre facciones, etc.
Una cosa es citar las deficiencias de estos despliegues y cuestionar a dónde se dirigen o qué valor aportan. Pero otra cosa es simplemente empacar e irse.