Mi nombre es Tim y soy un adicto al queso. Pero lo que he descubierto recientemente me ha sacudido hasta la médula.
Apenas puedo mirar las bolitas de queso que venden en el supermercado. Un trozo de queso halloumi a medio comer se está poniendo amarillo en mi nevera.
Mis sueños de queso han quedado destrozados.
Poco después de una vida sin restricciones, ¿puede ser posible que el queso sea más un enemigo que un amigo? ¿Qué sea adicto a algo que no es bueno para mi cuerpo?
Estas preguntas me empezaron a surgir hace un par de meses, cuando comencé a producir un episodio para mi podcast en la BBC: All Hail Kale sobre si los productos lácteos son un asunto al cual le debamos tener miedo.
Entre el placer y la moderación
Por algún tiempo, cuestioné la lógica de que los adultos tomaran leche.
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