Nos gusta pensar que haríamos lo correcto en una situación difícil. Que nos enfrentaríamos a nuestro jefe cuando fuese necesario, intervendríamos si estuviesen acosando a alguien y diríamos que no si nos piden hacer algo que sentimos que es incorrecto. Es tentador pensar que tenemos una brújula moral innata que guía nuestras acciones, incluso bajo la presión de los demás.
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En realidad, la mayoría de nosotros somos notablemente malos al enfrentarnos a la autoridad.
Investigaciones recientes explican por qué somos así, al darnos una idea de cómo el cerebro trata, o no, estas situaciones difíciles.
En experimentos llevados a cabo por la neurocientífica social Emilie Caspar en el Instituto Holandés de Neurociencia, un grupo de voluntarios se dieron choques eléctricos entre ellos.
En primer lugar, se les pidió a los participantes aplicar choques por una pequeña suma de dinero (unos US$6,5 cada vez). Cuando les dieron a los voluntarios 60 oportunidades para infligir choques eléctricos a sus compañeros, alrededor de la mitad de las veces decidieron no hacerlo.
Entre el 5-10% de los participantes prefirieron no administrar los choques a sus compañeros en el total de las 60 ocasiones.
Luego, Caspar ordenó a la persona encargada de aplicar los choques que lo hiciera. Ahora, incluso los participantes que no habían dado ningún choque previamente empezaron a presionar el botón.