Cuando Matthew Carter, de 12 años, vio la cantidad de azúcar que contenía su bebida gaseosa favorita, decidió involucrar a su familia en un experimento.
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Tomó unos tazones y todos los días, durante cinco semanas, puso en cada uno la cantidad diaria de azúcar recomendada para cada uno.
Luego pidió a sus padres, su hermano y su hermana que cuando comieran algo verificaran la cantidad de azúcar que contenía, y sacaran esa cantidad del tazón y la devolvieron al tarro de azúcar original.
Cuando sus tazones estaban vacíos, no podían consumir más azúcar ese día.