Los planes de Donald Trump de retirar de Siria a las tropas estadounidenses ya se han topado con su primer obstáculo: Turquía.
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Trump tomó al mundo por sorpresa el pasado 19 de diciembre, cuando recurrió a Twitter para dar por derrotada a la facción del autodenominado Estado Islámico (EI) que opera en ese país y asegurar que el ejército estadounidense abandonaría la zona.
El anuncio despertó varias críticas sobre las consecuencias que esto podía tener y una de las más destacadas era el vulnerable estado en el que quedarían quienes han sido desde 2014 los principales aliados de Washington en la guerra contra el EI en esas tierras: la milicia kurda de YPG.
Las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) son consideradas el brazo armado del Partido de la Unión democrática (PYD), la principal agrupación política opositora kurda en Siria.
Fueron fundadas en 2003 y tienen una ideología similar a la del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
El gobierno turco considera a las YPG y al PKK "grupos terroristas" que amenazan la seguridad de sus fronteras.
El PKK lucha desde 1984 por la creación de un Estado propio para los kurdos, un pueblo de más de 30 millones de personas que comparten una lengua y cultura milenarias pero que nunca ha tenido un país propio, sino que vive repartido entre Turquía, Siria, Irak e Irán.