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Los “gatos” de Sudamérica

Por Diego J. Pedraza Plaza/ Arquitecto PUC/ Socio B-Green Chile S.A./info@b-green.cl / www.b-green.cl

Corría el año 1998, y en medio del frenesí generado por una década de desarrollo económico sostenido y excepcional, los chilenos nos envalentonamos y nos auto coronamos como “los  jaguares de Sudamérica”, en directa alusión de hermandad con los “tigres asiáticos” (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán), países símiles que, en poco más de 3 décadas, se habían convertido efectivamente en países del “primer mundo”, con economías robustas capaces de levantarlos desde la “vergüenza del subdesarrollo” al olimpo de las naciones desarrolladas. El tiempo ha despejado la neblina de la euforia, y los historiadores han identificado claramente que uno de los factores esenciales para lograr esta verdadera “gesta” libremercadista fue el uso intensivo, dirigido y autoritario (en una palabra: abusivo) de mano de obra abundante, barata y, sobre todo, carente de derechos laborales básicos. Nada de lo que sentirse muy orgulloso, y con similitudes obvias con lo que ocurría en Chile hace 15 años pero, sólo por un momento y a modo de ejercicio teórico, convengamos que en un marco de exitismo ficción  (que me apuro en aclarar, NO comparto) si hay un objetivo país contundente, puede ser necesario el “sacrificio” de una generación, en el marco de un acuerdo social de largo aliento.

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Entonces, la pregunta es, ¿por qué hoy nuestra realidad dista tanto de la de estos países que hace poco más de una década eran pares nuestros en resultados económicos fantásticos, y con los cuáles compartíamos legítimamente el augurio de un futuro esplendor del que ellos hoy efectivamente gozan y nosotros no?

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Cada cuál elige sus indicadores, y para mí, por lejos, el más importante es este: mientras Chile ostenta un vergonzoso índice de Gini de 0,55 (sobre 0,4 es “alarmante”), Corea del Sur y Taiwán están en 0,3, lo que traducido en estadística restringida a las naciones que pertenecen a la OCDE, resulta que nuestro país es el que tiene mayor desigualdad de ingresos entre ricos y pobres, o sea una VERGÜENZA, sin peros ni atenuantes. Para entendernos y no perdernos: hace 15 años podíamos decir con confianza y apego a la realidad que teníamos “primos hermanos” felinos equivalentes por allá al otro lado del mundo. Pero estos “parientes” legítimos en este tiempo nos sacaron una ventaja inalcanzable y humillante, ¿por qué? ¿Cómo?

Esta es mi teoría: porque en esos países se prometió (como siempre y en todas partes) el chorreo, pero a diferencia de lo que ocurrió y ocurre en Chile, SE CUMPLIÓ la promesa de equidad futura, en el único ámbito posible, la educación.

Me imagino que funciona más o menos así: yo te exploto y tú te dejas explotar con una sola condición: “dale a mis hijos las oportunidades que a mí me negaste”. Hoy Corea del Sur tiene uno de los sistemas de educación más justos y respetados del mundo, en el que un alumno juega con sus capacidades sin de verdad importar cuánto tiene en la bolsa el papá del compañero de curso. Corea del Sur cumplió su promesa, y Chile no. Para mí esa es la razón central de nuestro fracaso (y el único riesgo real de un quiebre social). No cumplimos nuestras promesas como país con una generación que lo sacrifica todo por algo mejor para sus hijos.

Se preguntarán ustedes cómo caben estos temas en una columna de vida sustentable. La respuesta se aloja en mi adhesión a una visión de desarrollo humano llamada “Triple Bottom Line” que postula, esencialmente, que existe desarrollo sustentable, sí y sólo sí, cada una de nuestras acciones tendientes al desarrollo equilibran beneficios y cuidados a la economía Y al medioambiente Y a las comunidades afectadas por estas acciones. Las “Y” en mayúscula no son un error: los postulados de esta línea de pensamiento son absolutos en este sentido: si no se consideran y obtienen beneficios en las 3 áreas, NO HAY DESARROLLO, y Chile parece ser un buen ejemplo de cómo un país puede, desde esta perspectiva, permanecer sin desarrollo real por ya varias décadas porque, entendámonos de una buena vez, ¿es posible considerar que un país se desarrolla de manera sustentable si a 15 años de haber alcanzado el grado de notables felinos de Sudamérica (y el potencial real de desarrollo sustentable asociado), el 50% de nuestra población no es capaz de leer y entender esta columna?

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