Nos recibe en su casa-taller. Un espacio amplio y acogedor, lleno de múltiples objetos, libros, muebles, cuadros e imágenes repletas de vida, color, texturas y estampados diversos. También están todos los artículos y muebles casi listos para entregar o en proceso. Todos con un sello muy particular.
Connie Achurra nos cuenta que siempre le gustó diseñar y restaurar muebles. Y que pese a que llegó a dedicarse a ello por circunstancias de la vida que la llevaron a buscar una alternativa laboral, es algo que disfruta muchísimo y la hace feliz.
Nos comenta que todas sus creaciones las vende por dato y gracias a las redes sociales. “La gente llega a mí por Facebook, porque le llegó de regalo algo mío o porque fue a la casa de alguien y le gustó uno de mis trabajos. Llega mucha gente que fue a la casa de una amiga que tenía un mudador o una de mis vírgenes. Y mediante las redes sociales, porque siempre estoy publicando las fotos de mis cosas, de los procesos de mi trabajo. Y si me hacen preguntas, trato de contestar todo, dedico muchas horas a esa pega”.
“Mis vírgenes son mi caballito de batalla”
Todos los muebles y objetos que realizas tienen un sello, destacan mucho los colores…
Amo los colores. Mi gran referente estético son las festividades paganas, los carnavales, lo barroco, la cultura aymara, la fiesta de La Tirana. Los colores brillantes, las combinaciones y el estampado sobre estampado. Me cuesta dejar espacios en blanco, me gustan los contrastes. La cosa monocromática no va conmigo. Ahora es un estilo que está muy de moda, pero cuando empecé no era así, para mucha gente era algo bien curioso.
Tienes también una propuesta diferente de varias figuras religiosas, como las vírgenes y los pesebres…
No soy católica ni devota de la Virgen, pero me encantan las figuras religiosas como íconos. Me fascinan todas, las encuentro preciosas. Pero trabajadas así, desde la cosa bien pagana. Vírgenes con pestañas, uñas rojas, labios pintados. Esa es mi propuesta, todo lleno de color, muy de fiesta. Siempre me ha llamado la atención que las figuras religiosas tienen esa imagen tan sufrida. Además, pasas por las tiendas donde las venden, y encuentras la misma Virgen que me regalaron para mi Primera Comunión, ¡hace como 30 años! No hay ninguna actualización, ninguna propuesta nueva. Por eso mis vírgenes son mi caballito de batalla, siempre tengo varias en proceso y siempre están mandadas a hacer. Las hago hace ya cinco años y siguen muy vigentes, ¡si hasta las copian! Hay gente que las trata de hacer igual.
¿Y qué te pasa con eso?
Al principio me enojaba mucho y mandaba mails diciendo que era una falta de respeto, pero ya no, ¡qué vas a hacer! Es una cosa tan cultural, porque finalmente nadie lo condena, nadie dice “¿qué onda? estás robando la obra de otro…”. Hoy digo “bueno nada que hacer, son mías, yo las inventé así”.
“En Chile hay un tema con la copia que es muy fuerte. En especial en el arte. Hay un desparpajo impresionante, a la gente le da lo mismo, a mí me daría una vergüenza tremenda. De repente me mandan fotos y me dicen “¿oye, puedes copiar este mueble tal cual?”, y es la foto de uno del Bazar de la Fortuna, por ejemplo. Y es porque buscan a alguien que haga lo mismo más barato, pero les digo que no copio muebles de mis colegas. El tema es que hay una cosa como si fuera normal, como que todo el mundo lo hace, y lo vivo en carne propia. Gente que me copia los muebles, las vírgenes, los cuadros, todo, todo”.
Y en ese sentido, ¿te parece difícil hacer arte en Chile?
Creo que hay mucha copia, pero también hay un público súper importante que valora. Hay gente que es súper respetuosa. Además que las copias siempre son copias…, de factura más pobre, con combinaciones feas. Como me pasa con mis vírgenes, que a veces al ver las copias, me llega a doler la guata.
“Lo que hago es con mucho amor, todo es hecho a mano, único. Nada es en producción masiva. Y creo que por eso la gente que llega a mí, es la que valora a full mi trabajo. Por ejemplo Hommy manda a hacer los muebles a china por tres pesos y hace siete mil iguales, yo no compito con eso. Un par de veces me ha pasado que me comparan con ellos, pero no es habitual. Quien llega acá es porque quiere algo especial y está dispuesto a esperar las tres semanas que demoro en hacer mi trabajo”.
¿Y qué es lo que más te gusta hacer?
Últimamente he realizado muchos mudadores, también cajoneras y cómodas. Pero me gusta hacer de todo, me encanta. Me gusta cuando tengo que hacer un mueble con mucho color. En general la gente no se atreve a tanto, entonces gozo cuando los muebles no son blancos. Pasa mucho que llega alguien y me dice: me encanta la silla de ese color, pero mi marido me mata. La gente todavía no es muy osada en Chile… También restauro los muebles que me traen. De todo tipo; veladores, mesitas, arrimos, y me encanta.
¿También realizas muebles y objetos para niños?
Sí, muchos. En el caso de los muebles para niños la gente se atreve más. Es mucho más osada y menos prejuiciosa, especialmente con las combinaciones y los colores.
El valor de la mano de obra
Se declara una mujer antisistema y de convicciones claras y bien definidas, aunque sabe perfectamente que ello tiene sus costos. “En general soy antisistema y tengo una postura política súper potente; siento que uno no puede estar bien con Dios y con el Diablo. Trato de ser consecuente. Muy fiel a mis principios. Me gusta estar en la cosa más independiente aunque igual tiene sus contras, porque vas quedando un poco fuera del circuito. Pero ¿cuánto me interesa estar adentro? Sólo en la medida que no deba trasgredir mis principios y convicciones. Muchas veces para estar en los circuitos debes transgredirlos, y yo no estoy dispuesta”.
“Creo absoluta y fervientemente en los pequeños mercados. En los mercados locales, en la artesanía, en el valor de la mano de obra y de la creatividad, entonces me cuesta mucho la mirada donde hay una cabeza pensante que es la que se lleva los brillos y las lucas y son otras las manos ejecutoras, las que no tienen poder. No creo en la mano de obra barata, cuando precisamente el valor está ahí, en la mano de obra. En mi vida y en mi pega trato de ser consecuente con eso. No sólo en lo que muestro hacia afuera sino en cómo vivo yo también. Soy muy austera. Me aterra el consumo desenfrenado en todos los ámbitos. Por eso compro las pinturas y materiales en una ferretería en calle Lira, que es como familiar. Prefiero hacer las compras en el negocio de la esquina. Trato que todo sea así, en escala más pequeña, por eso también me gusta vender así mi trabajo”.
Dejamos a Connie enfocada en las mil cosas que tiene por hacer. Ir a buscar a sus hijas al colegio, contestar los mensajes del Facebook, terminar los muebles en proceso, organizar las recetas de su taller de comida saludable y los ensayos de “Don Barba Roja”, la banda infantil en la que canta… Eso por ahora.